En 1972 el escritor italiano Italo Calvino publicó un libro de ficción sumamente original y que se ha convertido en una de las grandes referencias de la literatura moderna, Las ciudades invisibles, en la que el legendario viajero Marco Polo describe al Kublai Kan, el rey de los tártaros, medio centenar de ciudades que poseen alguna clase de detalle fantástico o que las hace únicas. Presumiblemente el veneciano describe ciudades situadas mayormente en Asia –aunque verdaderamente están en la imaginación del autor–, que fue por donde se movió históricamente este personaje, pero ninguna es tan extravagante, o tan absurda como la ciudad norcoreana de Kijŏng-dong.
Breve historia de un lugar que no existe
Después de la guerra entre la dos Coreas se creó una zona desmilitarizada entre ambos países, con una extensión de 248 km y una anchura de 4, en la que sólo hay dos poblados, uno de Corea del Sur y el otro el que nos ocupa, perteneciente a Corea del Norte y cuyo nombre puede traducirse como “pueblo de la paz”.
Esta aldea se construyó en los años 50 supuestamente para albergar a 200 familias ocupadas en el manejo de una granja colectiva, y que cuentan en la ciudad con edificios, guarderías, escuelas y un hospital.
Es la única ciudad de Corea del Norte visible desde los puestos de vigilancia de Corea del Sur, que gracias al uso de binoculares pudo descubrir lo que es en verdad: una ciudad “propaganda”, estructuras de concreto con ventanas falsas, fachadas sin nada detrás, y un sistema de luces que se maneja con temporizadores. El gobierno norcoreano utiliza actores para que se muevan durante el día, y por las noches sirve de dormitorio a las tropas que vigilan la frontera.
La ciudad se construyó para promover la deserción hacia Corea del Norte, pero nadie parece estar tan fuera de sus cabales.
Como un detalle extravagante adicional, Kijŏng-dong posee el asta de bandera más grande del mundo, con 160 metros de altura, donde ondea una bandera de 270 kg.
Si el Marco Polo de Calvino hubiese tenido que describir esta ciudad a Kublai Kan, tal vez hubiera comenzado diciendo que a veces los hombres crean pesadillas políticas terribles, que sólo pueden ser habitadas por ciudades fantasmas.
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Imágenes: Wikipedia