No importa que seas un adolescente o que por tu vida hayan pasado cuarenta primaveras: la familia puede ser fuente de felicidad o de problemas, y algo que siempre suele causar algún que otro conflicto es el tema de las relaciones afectivas.
Cada uno somos libres de construir nuestra felicidad de la forma que deseemos y con las personas que elijamos. No obstante, nuestros padres, en su afán de cuidado, protección y en ocasiones, de exceso de control, sobrepasan esos límites con los cuales, pueden perfectamente traernos la infelicidad.
Si has vivido este tipo de situación no dudes en dejarnos tus comentarios. Por nuestra parte, te invitamos a tener en cuenta estos consejos con los que afrontar esta realidad que aunque lo no creas, es realmente habitual.
Mis padres no apoyan mi relación: ¿Qué puedo hacer?
Todos tenemos derecho a ser felices… Y a equivocarnos
Es posible que tu padre, que tu madre, te diga aquello de «esta persona no te conviene, tu mereces más». Lo primero que debemos entender es lo siguiente:
- Si ya tienes edad para tomar tus propias elecciones, nadie tiene por qué decirte cómo debes construir tu felicidad. Escucha lo que te digan tus padres con tranquilidad y sin enfados, una vez te hayan dicho lo que ellos crean conveniente, argumenta tu posición, con seguridad.
- Haz ver a tus padres que en esta vida nada es seguro, y que lo más importante es ser feliz en el «aquí y ahora». Es posible que te equivoques, y hasta que te hagan daño. Pero todo ello te dará experiencia y te enseñará a ser más sabio el día de mañana, a tomar elecciones más correctas, aprendiendo de tus propios errores.
Ofrecer libertad es saber «ser padres», escuchar y elegir por uno mismo es saber «ser hijos»
Los padres tienen la obligación de ayudarnos a crecer en seguridad, para elegir el día de mañana nuestro propio camino, el que nosotros queremos y no el que ellos decidan.
- La educación en respeto, libertad y comprensión es la que todo padre debería ofrecer a su hijo. Aquellos que solo buscan controlar y limitar para tener a los hijos siempre «junto a ellos» son el claro ejemplo de una educación tóxica.
- Nuestra obligación como hijos es saber escuchar, respetarles pero tener la autonomía y la autoestima suficiente como para elegir por nosotros mismos. Sin miedo.
Afrontar las disputas
Puede que hayas traído a una pareja nueva a casa y que no haya gustado a tu familia, que te recomienden dejar esa relación y centrarte «en lo tuyo», en «tus estudios, tu trabajo». Algo así ocasiona un gran sufrimiento y sin duda, disputas.
¿Hemos entonces de renunciar a esa persona a favor de nuestra familia?
- Entiende que la familia es nuestro primer círculo social, ese que nos ofrece sustento y apoyo. Ahora bien, nuestra obligación y lo que en esencia es «ley de vida» es construir nuestro propio círculo social.
- Declinar esa relación para no defraudar a nuestros padres puede ocasionarte un malestar eterno. Decir no a una persona que amas, es decirte no a ti mismo, es cerrar las puertas a tu futuro, a tu autoestima y a tu autoconcepto. El rencor que puedes almacenar por ello puede provocar que te odies a ti mismo, y que odies a tu familia. No vale la pena.
- No temas las disputas, los enfados y ante todo, afronta los chantajes. Puede aparecer el «es que no quieres a tus padres», «es que das más valor a un extraño/a antes que a tu familia».
- Entiende que las familias tóxicas hacen uso de este tipo de chantajes insanos, y por ello, lejos de aumentar la tensión, deja muy claro que «quieres a tu familia pero también te quieres a ti mismo, y que son ellos los que con su actitud, no te respetan».
El enfado puede durar un mes, e incluso toda la vida, pero nunca olvides que la vida es corta y que no merece la pena vivirla con sufrimiento. Si eres mayor, si tienes claro lo que quieres en un momento dado, arriésgate. No dejes que una decisión no tomada en un momento dado sea un lamento el día de mañana.
Y ahora dinos… ¿has vivido una situación así? Si te ha gustado este artículo no te pierdas tampoco si existe el destino en el amor.