Ninfomanía: un término completamente machista para anular a las mujeres. ¿Sabías que en el siglo XIX se creía que comer mucho chocolate, leer novelas y tener “pensamientos impuros” provocaba que las mujeres fueran ninfómanas?
¿Ninfomanía o Hipersexualidad?
Comencemos por la etimología: ninfa alude en griego a deidades menores femeninas asociadas a los bosques, manantiales, etc., que están desnudas o semidesnudas y cantan, bailan y aman libremente; manía, también del griego, significa estado de furor, locura, demencia. Así que si unimos ambos términos, el diccionario nos dice: “Mujer que siente un deseo sexual exagerado o exacerbado”.
En el siglo XVI era muy común que les diagnosticaran clorosis a las jóvenes y adolescentes vírgenes; tal y como vimos en un artículo referido a esta “enfermedad”, los médicos sencillamente no entendían el cuerpo femenino. El concepto de histeria sustituyó al de clorosis, y entonces histérica era aquella mujer insatisfecha sexualmente que amargaba a los demás.
Surgió luego la idea de la ninfomanía para referirse sobre todo a las féminas que sentían más deseo sexual que sus maridos, o que obtenían satisfacción sexual masturbándose.
Así describe la ninfomanía el doctor Tarterton, en 1878, en su libro Higiene de los órganos génito-urinarios del hombre y la mujer:
“esta enfermedad nerviosa específica de la mujer también es llamada furor uterino, y se caracteriza por una tendencia irresistible a los placeres del amor… se reconoce por los siguientes síntomas: imaginación ardiente, deseos violentos… el rostro puede ser pálido o rubicundo, no siempre expresa el estado de extremo ardor…”.
Como vemos, una descripción muy poco científica tomó cuerpo y así sirvió para descalificar en más de un sentido a las mujeres. Después, en 1906, Richard von Krafft-Ebing escribe en su Psychopathia Sexualis:
“La ninfomanía crónica debilita la moral pública y lleva a ofensas a la decencia. Pobre del hombre que caiga en las manos de tan insaciable Mesalina pues sufrirá de pesada neurastenia e impotencia como consecuencias inevitables. Estas infortunadas mujeres diseminan el espíritu de la lujuria, desmoralizan su entorno y se convierten en un peligro para los hombres jóvenes”.
El juicio moral sobre la cantidad de sexo que debía tener una mujer dictaba los diagnósticos, y apenas en los años 50 del siglo pasado es cuando se retoma este término y se intenta explicar que una mujer a la que le guste hacer el amor no está enferma.
A raíz de investigaciones como las del informe Kinsey y las de Master y Johnson, la sexualidad femenina comienza a ser protagonista y a ser vista como una manifestación humana, sin juicios de valor (la sociedad es quien otorga el valor de “malo” o “bueno”), y se desecha entonces el término –aunque aún algunos terapeutas lo utilicen–. Claro que eso no significa que se acepte el comportamiento sexual de las mujeres, las sociedades siguen preceptos moralistas muy rígidos que sólo a partir de la década del 60 se irán suavizando poco a poco.
Existe, claro que sí, una compulsión por tener relaciones sexuales, un aumento significativo en la libido que se denomina hipersexualidad, y tanto hombres como mujeres la pueden sufrir; en los hombres se llama satiriasis. Sería algo así como adicción al sexo, aunque la verdad los sexólogos no se han puesto de acuerdo.
La hipersexualidad puede ser causada por el trastorno bipolar, problemas de enfermedades mentales, alcoholismo y adicción a drogas opiáceas, pero también por algún desequilibrio químico en el cerebro y alteraciones en los niveles de las hormonas sexuales.
La presencia de impulsos sexuales muy intensos (por lo general la persona siente que no tiene el control), actividades sexuales recurrentes o ser adicto a la pornografía podrían ser algunos de sus síntomas, pero los límites son sumamente confusos, y como ya dijimos, no hay consenso entre los sexólogos. Hay estudios que relacionan también la hipersexualidad con el abuso sexual, y se plantea que hay algunas mujeres violadas que buscan recuperar el control o el poder de su sexualidad, pero en realidad es otra cara del problema.
Si bien la ninfomanía ya no se diagnostica, ésta sigue apareciendo en la Clasificación Internacional de Enfermedades, y en muchas ocasiones se utiliza la palabra para descalificar a una mujer (por ejemplo, a la reina Isabel II de España la llamaban ninfómana porque se le conocieron muchas aventuras…).
Incluso había tratamientos: mucho ejercicio, tomar baños de agua helada, ser apartada de cualquier “tentación” (¿recluida?) y en casos extremos se practicaba la extirpación del clítoris y los ovarios.
Ser hipersexual se considera un trastorno, y al respecto los especialistas indican que el sexo sólo es un problema cuando se transforma en una obsesión que no te permite ser funcional. Que te guste el sexo y que seas mujer es completamente normal, y calificar a alguien de “ninfo” es erróneo, además de machista. Con certeza ni la medicina ni la historia han tratado muy bien a las mujeres. ¿Qué opinas al respecto?
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