El amor duele. No debería hacerlo, porque una relación auténtica y significativa entiende el amor como sinónimo de felicidad y enriquecimiento. No obstante, todos nosotros hemos experimentado en alguna ocasión su reverso, su parte más afilada, ahí donde la decepción, la traición o el rechazo nos hace caer en una temporada de gran sufrimiento.

Ahora bien… ¿cómo afronta nuestro cerebro estas situaciones? ¿Qué tipo de actividad química y neuronal evidencia?

Lo creas o no, nuestro cerebro reacciona ante un dolor emocional del mismo modo que a una quemadura. Te lo explicamos.

Para tu cerebro, quemarse, y sufrir una ruptura afectiva, es «casi» lo mismo

Una ruptura afectiva es experimentada, casi siempre, como algo devastador. Durante un periodo concreto de tiempo nos vemos obligados a «reconstruirnos» de nuevo, a cerrar una etapa de nuestra vida con la que teníamos fuertes vínculos.

Nos vemos obligados, por así decirlo, a romper con un cordón umbilical que nos daba equilibrio y bienestar. El acto de tener que decir adiós, ocasiona a su vez un profundo impacto a nivel cerebral.

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A esta misma conclusión llegó el doctor Ethan Kross, y así lo dejó reflejado en revistas médicas como «Health» o » Proceedings of the National Academy of Sciences«. Te explicamos el proceso por el cual ha llegado a estas ideas:

  • Se pidió a un grupo de personas que atravesaban una época complicada a nivel emocional tras una ruptura, a que se sometieran a unas pruebas con resonancias magnéticas para averiguar cómo se caracterizaba su actividad cerebral en dichos momentos de dolor con origen afectivo-relacional.
  • Viendo los resultados obtenidos y las áreas cerebrales activadas, se procedió a pedir voluntarios universitarios para una prueba. ¿Y en qué consistía dicho procedimiento? Se les haría una resonancia mientras les volcaban en el brazo una taza de café caliente.
  • La quemadura del café -o cualquier otro tipo de quemadura leve- estimulaba las mismas áreas que una decepción amorosa: en concreto eran dos zonas, la corteza somatosensorial secundaria y la ínsula dorsal posterior.

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Algo así, y dejando a un lado el aspecto curioso, permite a los científicos poder desarrollar determinados medicamentos para tratar ese tipo de dolor o sufrimiento crónico en personas, que por sí mismas, no logran salir de estos episodios de desesperanza y abatimiento a raíz de una ruptura.

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Vistos estos resultados, expresiones como «me duele el alma» o «me has herido» adquiere sin duda cierta parte de verdad. Nuestro cerebro transforma estos estímulos emocionales en auténtico dolor físico. Es entonces cuando aparece el cansancio, cuando caen nuestros niveles de dopamina, y el mundo, sencillamente, adquiere una tonalidad tan gris, que perdemos gran parte de nuestra ilusión.

Un dato a tener en cuenta que nos indican desde la psicología evolucionista, es que las personas estamos programadas para superar estos instantes de crisis personal. Nuestro cerebro y entiende de «supervivencia», y sabe muy bien que una ruptura no es el final, sino un hecho a entender, superar, aceptar y asumir. La vida son ciclos y páginas que pasar para encontrar capítulos mucho mejores. ¿Estás de acuerdo? 

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Imagen: PEXELS