Imaginad que sospecháis que una impresionante obra de arte esconde otra que puede tener incluso más valor. Tenéis firmes argumentos pero no certezas absolutas de la existencia de ese tesoro oculto. ¿Seríais capaces de dañar la primera obra para averiguar si realmente hay una segunda tapada? Este es el dilema con «La Batalla de Anghiari», la pintura perdida de Leonardo. Acompáñanos a conocer este misterio.
La Batalla de Anghiari, la pintura perdida de Leonardo
En 1503 el confaloniero Piero Soderini encargó a Leonardo y Miguel Angel la decoración de las paredes derecha e izquierda del Salón de los Quinientos del Palazzo Vecchio de Florencia. Miguel Angel abandonó pronto el proyecto para ir a Roma a trabajar para el Papa, pero Leonardo estuvo más de un año (1505-1506) trabajando en el fresco. Su obra representaba escenas de la Batalla de Anghiari y realizó numerosos esbozos que aún se conservan.
Se trataba de un fresco de grandes dimensiones (7 x 17 metros) y Leonardo, tras los problemas con la Última Cena en Milán quiso probar una nueva técnica (el encausto). Una vez pintado había que colocar unos braseros y calentar la pared para que se fijase bien. Hizo pruebas en su taller y luego aplicó el sistema en los frescos de el Salón de los Quinientos, pero fue un rotundo fracaso. La parte inferior quedó bien, pero en la superior, al no recibir el calor directamente, la pintura empezó a deshacerse mezclándose. La obra quedó completamente deslucida. Leonardo abandonó el proyecto cuando estaba casi completamente acabado. Durante muchos años, a pesar del corrimiento de pintura del fragmento superior, el fresco quedó expuesto. Varios autores procedieron a copiarlo y gracias a una de estas copias, en 1603 Rubens nos obsequió con esta reproducción.
Entre 1555 y 1572, Cosme I de Medici encargó a Vasari la reforma del Salón de los Quinientos. Durante esta obra se perdieron tanto lo poco que había hecho Miguel Ángel (fresco sobre la Batalla de Cascina) como la pintura de Leonardo sobre la Batalla de Anghiari. Se elevó el techo y se modificaron las dimensiones y la estructura del Salón. Vasari y sus ayudantes pintaron 6 frescos que reflejan la potencia de la familia Médici.
Hace unos años, Maurizio Seracini, experto en arte y nuevas tecnologías, conocedor de la admiración que Vasari sentía por Leonardo y creyéndolo incapaz de destruir una obra del genio, empezó a buscar su posible ubicación secreta. Con técnicas no invasivas como la cámara termográfica o el radar de alta frecuencia, Seracini descubrió que tras el fresco de Vasari «La batalla de Scannagallo», a entre 1 y 3 cm. existía otro muro. En esa pintura, además, creyó ver un mensaje-pista de Vasari, ya que uno de los soldados porta un estandarte con la frase «Cerca Trova», «busca y encuentra». Después de una dura polémica con otros expertos en arte que querían impedir que se dañase la obra de Vasari, en 2012 consiguió hacer más pruebas. De éstas concluyó que, casi con absoluta certeza, detrás del primer muro se encuentra la obra de Leonardo. Los indicios obtenidos son: en primer lugar unas muestras de pigmento negro similar al utilizado en La Gioconda y otras obras, también fragmentos de laca roja y una extensa capa de pintura beige que únicamente podría haber sido aplicada con pincel.
La polémica está servida: ¿Intentarías retirar, causando el menor daño posible, la pintura de Vasari, para ver si realmente detrás está la pintura perdida de Leonardo?
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