En todas las épocas han habido charlatanes, pero uno de los más insignes fue el conocido como «Doctor del Amor». James Graham, fue un médico del siglo XVIII que exploró un campo dentro de la medicina casi desconocido hasta entonces. Ejerció sobre todo en Londres y obviando que en su caso no existían bases científicas para sus trabajos, lo que intentaba hacer lo aproximaría a un sexólogo actual . Creador de terapias a cual más extravagantes, su obra cumbre fue el increíble invento de «la cama celestial», y no, no era para dormir.
El increíble invento de «la cama celestial»
James Graham nació en 1745 en Edimburgo. Se formó como médico pero abandonó los estudios antes de obtener el título. Ejerció primero como boticario y luego viajó a América donde se hizo amigo y colaborador de Benjamin Franklin y Ebenezer Kinnersley, pioneros en el estudio de la electricidad. Cuando empezaron los movimientos independentistas en las colonias, volvió a Inglaterra y se estableció en Londres. Aprendió en su etapa americana algunos rudimentos sobre la electricidad que aplicaría en sus novedosas y falsas terapias, así como en su máximo invento: La cama celestial. Al parecer James Graham creía seriamente que la electricidad sería capaz de curar todos los males.
En 1775 abrió en Londres su primera «clínica» en una vieja mansión que reformó. La llamó el «Templo de Salud e Himeneo». Himeneo o Himen es el dios griego de las ceremonias matrimoniales. Allí empezó con sus terapias, muchas de ellas basadas en la electricidad. Entre otras destacaban un trono que emitía pequeñas descargas eléctricas al que se sentaba en él, unas coronas que hacían lo mismo en la cabeza y una especie de bañeras en las que por peligroso que parezca también se utilizaba la electricidad. Los tratamientos eran acompañados de música sugerente, aromas agradables y ejecutados por jóvenes escasas de ropa.
La clínica, que atraía a lo más florido de Londres ya que sus tratamientos eran realmente onerosos, funcionaba como un centro de salud. En ella, además de someterse a las diversas terapias o comprar medicamentos, también podían escucharse conferencias -previo pago, naturalmente- que solían versar sobre los beneficios de la sexualidad. En 1781 abrió en Pall Mall un nuevo centro para poder instalar la llamada Cama Celestial. El invento estaba situado en la habitación principal de la mansión. Consistía en una gran cama de 3’7 x 2’7 metros con un colchón que se rellenaba con pelo de sementales ingleses, avena y lavanda frescas e incluía algunos imanes. La cúpula tenía autómatas que tocaban música, flores naturales e incluso un par de tórtolas vivas. De ella, por unos aspersores, salían vapores de éter y aromas orientales.
La cama tenía 40 columnas de vidrio que la aislaban de las corrientes electromagnéticas que se producían a su alrededor. Un sistema de tubos de aire producía música a medida que en la cama había «movimiento» y ésta aumentaba con el frenesí pasional. La utilización de la cama, que costaba 5 libras por noche, prometía solventar la disfunción eréctil, la infertilidad y además aseguraba que los niños engendrados en ella tenían asegurada la belleza. En la cabecera de la cama había un cartel que se iluminaba y rezaba: «¡Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra!».
A pesar del éxito del «Templo» y los precios cobrados por los servicios, James Graham se arruinó debido a su dependencia del Éter. Perseguido por los acreedores, en 1784 huyó a su Escocia natal donde, con lo que pudo salvar de sus clínicas, montó un nuevo consultorio.
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Imágenes: póster Celestial Bed,