El síndrome de fatiga crónica (SFC) es conocido también como encefalopatía miálgica, encefalomielitis miálgica y enfermedad sistémica de intolerancia al ejercicio; empezó a considerarse como una enfermedad y no como un síntoma en 1988, pero casi treinta años después continúa siendo un misterio.

Síndrome de fatiga crónica, ¿por qué sigue siendo un misterio?

El síndrome de fatiga crónica es una enfermedad que se caracteriza por una intensa sensación de cansancio, insomnio, fotofobia, hiperacusia (intolerancia a los ruidos), fiebre, dolores musculares y en las articulaciones, desorientación espacial, intolerancia a las presiones emocionales, incapacidad para concentrarse, faringitis crónica, sensación de gripe permanente, etc.

Síndrome de fatiga crónica, ¿por qué sigue siendo un misterio?

Los síntomas pueden variar en cada paciente, y pueden hacer que el SFC se confunda con otras enfermedades. De hecho, nada tiene que ver con la fatiga crónica, producto del estrés por exceso de actividades, o un efecto secundario de determinados medicamentos.

Si revisas algunas páginas médicas, verás que hay investigadores que creen que el síndrome podría ser consecuencia de un virus (el virus del herpes humano tipo 6), de una inflamación del sistema nervioso, del crecimiento excesivo de un hongo gastrointestinal (candida albicans), de pesticidas y otros contaminantes como el monóxido de carbono, etc. La verdad es que sigue siendo un misterio.

¿Pero por qué sigue siendo un misterio el síndrome de fatiga crónica? La escritora Toni Bernhard, autora de varios libros sobre el SFC y víctima ella misma de esta enfermedad desde 2001, ha intentado responder a esta pregunta en un artículo publicado en la página web Psichology Today el 27 de julio de 2016.

Síndrome de fatiga crónica, ¿por qué sigue siendo un misterio?

Bernhard es autora de Cómo ser enfermo: una guía de inspiración budista para los enfermos crónicos y sus cuidadores y Cómo vivir bien con dolores y enfermedades crónicas: una guía consciente, entre otros libros sobre este síndrome, y éstas son algunas de las razones que propone para explicar el misterio:

  1. Existe una sobre-diagnosticación. Debido a la diversidad de síntomas, muchos médicos tienden a declarar como síndrome de fatiga crónica, enfermedades y trastornos con síntomas parecidos. La autora pone como ejemplo el caso de una mujer que fue tratada durante varios años como si tuviera SFC, cuando en realidad sufría un trastorno bipolar. Una vez que empezó a recibir tratamiento para este trastorno los síntomas desaparecieron.
  2. Igualmente, puede ser infra-diagnosticada, pues está también la tendencia a adjudicar los síntomas del síndrome de fatiga crónica a otras enfermedades. A veces el enfermo se ve diagnosticado de modo fragmentario, con una enfermedad distinta de acuerdo al especialista que le toque: neurólogos, psicólogos, infectólogos, alergólogos, etc. De este modo el SFC se diluye en varias enfermedades aparentes.
  3. Desde su descubrimiento a fines de los 80, apenas se han destinado fondos para la investigación de esta enfermedad que afecta a millones de personas (se estima que un 0,5% de la población mundial puede estarlo sufriendo, unos 30 millones), quizás porque raramente es mortal. Esta falta de recursos para la investigación ha colaborado para mantener el desconocimiento en torno a la enfermedad.
  4. El nombre por el que es más conocida esta afección, síndrome de fatiga crónica, tiende a que se confunda con la fatiga crónica causada por el estrés o como síntoma de otras enfermedades o tratamientos, y no da una justa medida de las implicaciones que para la vida de los pacientes puede tener el SFC.

El creciente número de casos de síndrome de fatiga crónica tal vez termine por movilizar tanto a la opinión pública como a la comunidad científica, y lleve finalmente a aclarar el misterio y la indiferencia que parecen rodear este mal, cada vez más común, tanto que es probable que conozcas a alguien que lo sufra y no lo sepa, ¿es así?

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