La religión y la educación han ido de la mano durante mucho tiempo. En España y en todo el mundo. Esto ha ido variando con el tiempo. Una tiende a pensar que los cambios los iniciaron personas comprometidas, sí, pero adultas y preparadas. Sin embargo, sus protagonistas son variados y sorprendentes, como el de este niño que señaló la incompatibilidad de leer la Biblia en el colegio con la democracia.
La importancia de entender la constitución
En 1956, todos los niños de Filadelfia comenzaban sus clases de la misma manera. Leían 10 versos de la Biblia, rezaban un Padre Nuestro y pronunciaban el Juramento de la Libertad. Era lo normal, así que se cumplía con ese ritual matutino sin incidencias.
Pero un día todo cambió. El adolescente de 16 años Ellery Schempp había leído la primera enmienda de la constitución, “el Congreso no podrá hacer ninguna ley con respecto al establecimiento de la religión, ni prohibiendo la libre práctica de la misma; ni limitando la libertad de expresión, ni de prensa; ni el derecho a la asamblea pacífica de las personas, ni de solicitar al gobierno una compensación de agravios”.
Sabiendo esto, el joven cristiano se preguntó por qué le obligaban a leer la Biblia en el colegio. Según la Carta Magna, el Estado no tenía religión oficial, lo que significaba que ninguna podía resultar privilegiada respecto a las demás. Podría haberlo dejado ahí, en una inquietud personal expresada a sí mismo y a algún amigo. Pero él quería más.
Ellery Shempp se niega a leer la Biblia en el colegio
Un lunes llegó a clase con el firme propósito de cuestionar una norma que no comprendía. Para ello, llevó consigo un Corán, aunque no sabía mucho del Islam, con el deseo de que sus compañeros supieran algo de otras religiones.
Evidentemente, el profesor reaccionó con sorpresa, le preguntó por qué lo había hecho. Shempp contestó «por conciencia«. Nunca había recibido una respuesta tan madura de ninguno de sus estudiantes. Patidifuso, hizo que viera al rector, pero el joven contestó lo mismo y añadió que se trataba de una cuestión de justicia.
Tras enfrentarse a las autoridades más cercanas, su padre le aconsejó escribir una carta a la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, para que expusiera sus ideas. Finalmente, el caso llegó a la justicia dos años más tarde. En el juicio explicó que él no creía en milagros, sino en la física y en la química, pero a pesar de aquello, se le había obligado a leer la Biblia en el colegio, lo que suponía una violación de sus derechos constitucionales. Su alegato fue tan convincente que ganó el juicio y la apelación en 1963.
La hazaña del Ellery Shempp fue doble, logró que se aplicara la libertad real de credo, pero atacó una de las bases de la Guerra Fría. Si la Unión Soviética sostenía la bandera de la aconfesionalidad, EE.UU. quiso hacerse el adalid del cristianismo.
Historias como la de este adolescente demuestran que merece la pena luchar por lo que uno cree. Siempre que se defienda con la palabra y argumentos. La conciencia y una idea bien fundamentada y justa se impondrán tarde o temprano a la sinrazón de la intolerancia.
Imagen: Universidad de Antioquia,