¿Has oído hablar de la fuerza histérica? Sí, es cuando llevamos nuestro cuerpo al límite de sus capacidades empujados por una situación de máximo estrés. Y es que no somos conscientes de lo que nuestro cuerpo realmente puede llegar a hacer, como… operarte a ti mismo de apendicitis, por ejemplo. Esto quizás te parezca una exageración, porque no estamos hablando de fuerza, sino más bien de esfuerzo y resistencia pero, en esencia, es también una proeza imposible de realizar, si no es bajo la fuerte presión que supone el peligro de muerte.
Sacar tus propios intestinos para operarte a ti mismo de apendicitis. Este cirujano ruso no tuvo otra opción
Dicen que «la necesidad tiene un pincho», en esta ocasión tuvo un bisturí. Ya que gracias a este instrumento, el cirujano ruso Leonid Rogozov pudo extirparse a sí mismo el apéndice inflamado. En este caso no fue únicamente la necesidad la que se llevó todos los méritos del éxito de esta hazaña, pues ser médico cirujano sin duda fue una gran ventaja.
Leonid Rogozov se encontraba destinado en la Sexta Expedición a la Antártica que debía testar la Base Novolazárevskaya, para la cual habían enviado a un grupo de 13 personas, de las que Rogozov era el único médico. Así, se dispusieron a trascurrir los meses más duros del año en la antártica, el invierno, a sabiendas de que la base más cercana estaría a más de 3000 km de distancia y que, además, no tendrían ni aeropuerto ni helipuerto que permitiera el aterrizaje en caso de emergencia.
¿Quién iba a imaginar que el único médico de la estación sería precisamente el que iba a enfermar? Pero así fue, a finales del mes de abril Rogozov comenzó a sentirse débil y con sensación de vómito y fiebre, a lo que se sumó un dolor agudo en el cuadrante inferior derecho del abdomen. Síntomas inconfundibles, para un médico, de una apendicitis. Una afección cuyo único tratamiento es una simple intervención que, de no ser efectuada, puede sin embargo provocar la muerte. Por lo que el médico sabía a lo que se estaba enfrentado. Aislados como estaban, tuvo que hacer acopio de todo su coraje y destreza, y operarse a sí mismo.
La operación contó con un equipo formado por un médico-paciente y dos “expertos ayudantes”: un meteorólogo y un conductor de tractores. El mismo Rogozov se suministró la anestesia local, se practicó una incisión de 12 centímetros, para poder buscar entre sus intestinos la parte que estaba comprometida y una vez localizada, lo peor, extirpar, suturar, recolocar y cerrar. Todo esto lo hizo semisentado, con la ayuda de espejos y los instrumentos que le iban pasando los ayudantes. La intervención duró casi 12 horas en las que el cansancio y el dolor le obligaron a parar en más de una ocasión, pero logró salvarse la vida.
Una hazaña absolutamente increíble, ¿no te parece?
¿Y tú? ?Has vivido alguna situación límite que te ha llevado a sacar lo mejor de ti? Cuéntanoslo.
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