Los delfines son mamíferos conocidos, además de por ser extremadamente adorables, por ser muy inteligentes y tener cerebros de tamaño similar al de los humanos. Por esta razón, un grupo de científicos se decidió por un método poco ortodoxo para estudiar la habilidad de comunicación de estos animales marinos: dándoles LSD. Entérate cuáles fueron las conclusiones a las que llegaron con este peculiar estudio.
Científicos dieron a LSD a delfines para estudiar la comunicación entre los humanos y ellos
John C. Lilly fue un neurocientífico estadounidense que pasó el punto álgido de su carrera tomando LSD e intentando hablar con los delfines. Siguiendo sus pasos, un grupo de los mejores científicos del mundo se dedicaría a estudiar la posibilidad de que los humanos pudieran comunicarse con los delfines.
Lilly, entrenado como neurocientífico, amplió sus investigaciones sobre la conciencia y el cerebro a los delfines. Lilly señaló que los cerebros de los delfines eran aproximadamente del mismo tamaño que los humanos. Por eso, Lilly se planteó la cuestión de que, si fueran tan inteligentes como los humanos, ¿podríamos comunicarnos con ellos?
Con el propósito de descubrirlo, Lilly abrió el Communication Research Institute en la isla de St. Thomas, donde él y un pequeño grupo de colegas serían pioneros en el estudio de las comunicaciones con delfines. Los primeros experimentos de Lilly, publicados en revistas como Science, sugirieron que los delfines eran capaces de imitar patrones de habla humana, y que la comunicación entre especies era posible.
Pero los métodos poco ortodoxos de Lilly pueden haber tenido una influencia significativa en sus resultados. Como detalló en un artículo de 1967, había estado administrando dosis de 100 microgramos de LSD a los delfines, siendo él uno de los pocos investigadores en los Estados Unidos que habían sido autorizados a estudiar los efectos potencialmente terapéuticos de la droga.
Lilly señaló que los delfines a los que se les suministraba LSD eran mucho más vocales que de costumbre. Esto se midió a través de un «ciclo de trabajo», o el porcentaje de tiempo que un delfín gastara vocalizando por minuto. Sin ansiedad o estimulación, este ciclo de trabajo para delfines sobrios puede oscilar salvajemente de cero a 70 por ciento. Con los delfines a los que se había suministrado LSD, el ciclo de trabajo «con mucha frecuencia no cae a cero en absoluto.»
Lilly descubrió el efecto real del LSD cuando un humano u otro delfín entraba en el tanque que contenía el delfín afectado por el LSD. En esos casos la vocalización subía a un ciclo de trabajo del 70% durante unas tres horas completas (durante las sesiones de control donde el delfín no había consumido LSD, las interacciones con otras personas o los delfines aumentaron solamente el ciclo de trabajo a cerca de 10%). En otras palabras, tan pronto como el delfín con efectos del LSD tenía contacto con otro mamífero inteligente, no paraba de «hablar».
Según Lilly, los animales expresaban «cuando no nos quieren en la piscina, cuándo quieren que entremos» y lo hacían por gestos, empujando, acariciando, y todo tipo de lenguaje no verbal, no vocal, en un nivel muy primitivo.
Aunque los experimentos de Lilly en la comunicación con delfines fueron en muchos aspectos un fracaso ético y científico, su trabajo tuvo un impacto profundo en la forma en que pensamos acerca de las drogas, la psicología y la comunicación entre especies.
¿Qué opinas de este experimento acerca de dar LSD a delfines? ¿Vale la pena someter a los animales a este tipo de pruebas para obtener conocimiento?
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Imágenes: ColiN00B/cocoparisienne