Los delfines son animales que fascinan a todos los seres humanos, pero lo que no sabíamos es que son capaces de llegar a enamorarse de una mujer. Esta es la historia del amor platónico de Peter, un delfín, por su maestra, Margaret.

El experimento del delfín y sus habilidades comunicativas

Todo empezó, cuando el neurólogo John Lilly, pionero en la investigación de estos cetáceos, desarrolló un proyecto para tratar de demostrar las capacidades comunicativas de los delfines, intentando que comprendieran nuestro lenguaje.

Los delfines pueden realizar una amplia gama de sonidos usando sus sacos aéreos nasales situados justo debajo del espiráculo. Son capaces de hacer silbidos, chasquidos y sonidos de frecuencia modulada con los que se comunican. Estos sonidos se producen de manera parecida a como nosotros empleamos nuestras cuerdas vocales.

Por ello, en 1964 Lilly se preguntaba si se podía enseñar a los delfines a hablar como los seres humanos, utilizando los mismos mecanismos con los que los niños asimilan nuestro lenguaje.

Una de sus colaboradoras, Margaret Lovatt, de 23 años, fue la encargada de llevar a cabo este ambicioso proyecto, financiado por la Nasa, que se desarrolló en un laboratorio en las Islas Vírgenes que recibía el nombre de «Casa del Delfín«.

Diseñado especialmente para el experimento, la “Casa del Delfín” estaba semihundida, cubierta con agua hasta una altura de 22 centímetros para que Peter, el delfín macho escogido para el proyecto, pudiera nadar por todos lados. Los muebles permanecían suspendidos del techo o colgados en la pared. Aunque, también había una parte seca para que Lovatt pudiera descansar.

Peter, el delfín siendo transportado durante el experimento

De esta forma, ambos podían convivir para que el delfín estuviera en permanente contacto con el lenguaje, del mismo modo que hacen los niños. “Me fijé en cómo una madre enseña a sus hijos a hablar”, explica Lovatt en el documental «La chica que hablaba con delfines«, producido por la BBC.

Con el tiempo, Peter aprendió a pronunciar palabras como “ball”, “one”, “we” o “hello” y a emular las frases que su profesora le enseñaba. “Yo hablaba normalmente con una sola palabra, y hacía una inflexión, algo que él pudiera seguir. En eso era muy bueno, la enunciación no era buena», explica Lavett.

«No creo haber oído un ejemplo de Peter entrando y diciendo espontáneamente ‘Hola Margaret’, pero él lo decía a menudo después de que ella lo hubiera dicho, era una imitación muy buena, su pronunciación no era buena, pero sí su entonación, su inflexión, y se identificaban algunas sílabas», comenta Riley, productor del documental de la BBC que ha escuchado la mayoría de las grabaciones del proyecto para elaborar el reportaje.

Un amor impredecible

Cuando todo parecía desarrollarse con normalidad, algo cambió. Peter, el delfín, empezó a tener otro tipo de sentimientos por su profesora e hizo lo que su instinto le pedía: cortejarla.

Al principio, mordisqueaba suavemente sus pies y sus muslos, pero después comenzó a ponerse tan agresivo que Lovatt debía defenderse con una escoba y unas botas de goma.

“A Peter le gustaba… estar conmigo. Él se frotaba contra mi rodilla, mi pie o mi mano, y yo lo permitía» relata su profesora.

De hecho, Lovatt optó por dar placer al animal cuando los impulsos sexuales del mismo impedían que pudieran dar sus lecciones. Así, no tenían que interrumpir sus labores haciendo bajar al delfín a la planta de abajo, donde los científicos mantenían a dos hembras que le podían satisfacer sexualmente.

“Por mi parte no era algo sexual, era una forma de sentirnos más cerca: yo estaba ahí para conocer a Peter y ‘eso’ era parte de Peter”, aclara Lovatt.

El delfín cortejando a su maestra. «No era incómodo -siempre y cuando no fuera muy rudo- era simplemente más sencillo incorporar la actividad y dejar que sucediera; él era muy delicado, pues sabía que yo estaba ahí. Se convirtió en una parte más de lo que estaba pasando, como una picazón, solo hacía falta rascarla para quitársela de encima y seguir adelante», añade Lavett.

Por su parte, Andy Williamson, el veterinario que cuidaba a los animales en la “Casa del
Delfín”
, afirma que «el delfín estaba locamente enamorado de ella«.

El escándalo salpicó al proyecto

Este tipo de inusuales prácticas salieron a la luz a través de una revista de contenido para adultos, que relataba los actos de Lovatt como una historia sexual entre el animal y su cuidadora, salpicando al proyecto.

Además, John Lilly quiso experimentar otros métodos aplicando LSD a las dos delfines hembras para analizar si esta sustancia podría mejorar la comunicación entre los delfines y los humanos.

La investigación se llenó de polémica y la financiación fue suspendida, por lo que Peter y sus dos compañeras hembras a las que se les había suministrado LSD, fueron trasladados a otra sede en Miami.

Peter en una de sus clases de lenguaje

Poco tiempo después, el delfín se suicidó, dejando de respirar voluntariamente. Los delfines no poseen una respiración automática como los humanos, sino que deben realizar un esfuerzo para mantener esta acción.

“Cada respiración es un esfuerzo consciente: si la vida se vuelve difícil el delfín deja de respirar”, explica un veterinario en el documental de la BBC.

Cuando Lavett, se enteró, afirma que sintió incluso cierto alivio: «Yo estaba más triste pensando que él estaba en esas condiciones. Ahora nadie iba a molestarlo, nadie iba a lastimarlo, no iba a ser infeliz”, explica.

Una historia de amor inusual que seguro que Lavett, nunca podrá olvidar.

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Imágenes: «The Girl who talked to Dolphins» – BBC FOUR