Encontrar humanos de la antigüedad es, en sí, un hito que a los arqueólogos les hace acelerar el pulso. Cada hallazgo es una oportunidad para abrir un portal hacia el pasado y comprender cómo vivían nuestros predecesores, en aras de saciar la infinita curiosidad de nuestra especie.
Pero descubrir que unos de estos restos son en realidad unas momias Frankenstein, hechas con partes de varias personas, representa un hallazgo fuera de serie, tan especial como escalofriante. Así va la historia…
Las momias Frankenstein de Escocia
Hace más de una década fueron hallados dos cadáveres, datados de hace tres mil años, en Cladh Hallan, una aldea prehistórica en la isla de South Uist, frente a la costa de Escocia. Sobre ellos recientemente fue descubierto algo mucho más sorprendente que la antigüedad de los mismos.
Pues en un nuevo estudio científico pudieron constatar con muestras de ADN y análisis isotópicos, que estas momias identificadas previamente como ‘masculina’ y ‘femenina’, están formadas con extractos de otros cuerpos.
La primera pista de que algo extraño ocurrió con ellos, consistió en que la mandíbula de la momia femenina no encajaba con el resto del cráneo, así que Parker Pearson de la Universidad de Sheffield, sugirió que se realizaran pruebas de ADN.
El profesor de arqueología biomédica en la Universidad de Manchester, Terry Brown, tomó muestras de las extremidades, la mandíbula y del cráneo del esqueleto femenino para desvelar su extraña naturaleza. ¿Los resultados? los huesos pertenecían a distintas personas que concordaban con el mismo tiempo de su deceso.
Todavía más curioso, de acuerdo a lo arrojado por la datación isotópica, la momia del hombre -a diferencia de la femenina- se componía de piezas óseas que distaban del momento de su muerte, 100 años antes.
En los intentos de armar este complejo rompecabezas, los investigadores resolvieron que los cuerpos habían sido enterrados en posición fetal 300 a 600 años después de su muerte. Pero que antes de esto, fueron colocados en una turbera, de ahí la razón de que los huesos se hayan conservado por miles de años.
Gill Plunkett, profesor de paleoecología en la Universidad de Queens, en Belfast, razona que las turberas suelen tener condiciones favorables, como un alto contenido de ácido y bajo nivel de oxígeno, que permiten inhibir las bacterias que aceleran la descomposición de sustancias orgánicas.
«Pero por otro lado, las condiciones ácidas atacarán los materiales basados en calcio,» por lo que sugiere que los sepulteros extrajeron los cuerpos de la turbera antes de que el ácido desintegrara la masa ósea.
Y si esta teoría explica cómo las momias lograron conservarse en el tiempo, lo que continúa siendo un enigma es por qué los aldeanos llevaron a cabo este procedimiento inusual en el que ambas momias fueron construidas con fragmentos de otros humanos.
Brown plantea una posibilidad que puede resultar hilarante: “tal vez la cabeza se cayó y pusieron otra cabeza para seguir». Si esta versión no lograr convencerte (seguramente), Brown propone además, que pudo tratarse de una acción deliberada, con el objetivo de crear un antepasado simbólico que agrupe las muestras de diferentes linajes de la Edad de Bronce.
Para apoyar su presunción, Brown rememora a las momias de Chinchorro, encontradas en los Andes Chilenos, y reconstruidas con palos, hierba, piel de león marino y pelo animal. Lo que le hace reflexionar lo siguiente sobre el inusual hallazgo: «parece que la persona no es lo importante, pero en cambio la imagen sí. Así que no es una simple identidad, sino lo que representa».
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