Desde que el mundo es mundo, los varones han tratado de acumular poder para controlar e imponer su voluntad sobre los demás, mientras las mujeres vivían a la sombra aprendiendo a reprimirse, a pasar inadvertidas y a no destacar para no suscitar la envidia o rivalidad de los hombres porque, de lo contrario, se arriesgaban a sufrir las duras consecuencias de su gallardía, que podían llevarlas a terminar sus días en los psiquiátricos antiguamente.
¿Por qué motivos las mujeres terminaban en psiquiátricos antiguamente?
Uno de los periodos más álgidos de deliberado enjuiciamiento femenino fue durante la Época Victoriana, cuando la enfermedad mental empezaba a dejar de ser considerada como un mal sobrenatural, poco más que una posesión demoníaca y se empezaba a desarrollar la idea de enfermedad «curable». Cómo se diagnosticaba la enfermedad y cuáles podían ser los síntomas eran de lo más banales y descabellados que se puedan imaginar desde simples dolores de cabeza, pérdida de apetito, insomnio, espasmos musculares, pesadez abdominal, irritabilidad hasta el nerviosismo, ataques de ansiedad, etc. Ya que la lista de síntomas para la enfermedad mental femenina más común, la histeria, la componían nada menos que 75 páginas con lo que no es de sorprender que una de cada cuatro mujeres de 1859 estuviese afectada de esta horrible enfermedad.
Una vez diagnosticadas eran lo mejor era pasar una temporada en el asilo para enfermos mentales, aquí se les daba el tratamiento oportuno que, según el caso podía consistir desde el masaje vaginal llevado a cabo por el propio médico, a terapias más agresivas base de nitrato de amilio, lavados vaginales, sesiones de compresión de ovarios llegando incluso a realizar la cauterización del cuello del útero. Y todo esto porque se pensaba que la histeria femenina la causase la insatisfacción sexual.
Desgraciadamente la histeria femenina no era la única enfermedad mental que podía padecer una mujer, pues la desobediencia marital, diferencia de credo, tendencia a buscar problemas… eran comportamientos suficientemente válidos para considerar a una mujer loca y enviarla directa al asilo para enfermos mentales. Como le ocurrió a Hannah MacKenzie que, en el Londres de 1766, fue recluida en un asilo por oponerse a la infidelidad de su marido y a que éste le robase todo su dinero.
Otro de los males que se trataban en los benditos asilos mentales era la depresión post parto que afectaba a un diez por ciento de la población femenina de la época, as pocas que no tenían histeria femenina, y finalmente la masturbación o maltrato de sí mismo que se consideraba ya un claro síntoma de desorden mental.
Como ves, comportamientos que hoy se consideran totalmente racionales e incluso normales o simplemente comprensibles, en aquel entonces eran inaceptables y se juzgaban como una muestra de inestabilidad mental. ¿Sabías que ocurría las mujeres terminaban por motivos como estos en psiquiátricos antiguamente?
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