Dicen que los amores adictivos dejan huella en nuestro cerebro, y que quien no ha amado alguna vez de este modo, no ha conocido el amor auténtico.
Ahora bien, conviene matizar muchos aspectos. El amor adictivo no es un amor consciente, maduro ni precisamente feliz. Deja huella en nuestro cerebro, sin duda, pero son marcas que en ocasiones se transforman en traumas y en decepciones tan profundas que nos dejan cicatrices para siempre.
Porque el amor no tiene por qué hacer daño. La famosa frase de que «quien bien te quiere te hará llorar» es una idea que debemos derrumbar cuanto antes. Quien bien te quiere se preocupará por verte feliz, y si no lo hace, es necesario reaccionar.
No obstante, hay algo que también está claro: no siempre es posible controlar de quien nos enamoramos. Y aunque desees un amor placentero, satisfactorio y feliz, la vida a veces gusta traerte una montaña rusa emocional, y a alguien que te lleva de la mano mientras en la otra oprime tu corazón.
Hoy en Supercurioso queremos hablarte de los amores adictivos. No dudes en dejarnos tu opinión si has vivido alguna vez este tipo de situaciones.
Amores adictivos: los complejos procesos psicológicos que los definen
Empezaremos concretando algo importante. Cada persona vive y entiende las relaciones afectivas de un modo. Para algunos, el estar sometidos a este caos emocional clásico de los amores adictivos es para ellos el amor auténtico, el más intenso y el que merece vivirse.
Otros, sin embargo, después de diversas relaciones y más de algún fracaso, prefiere quedarse en esa zona reservada donde es mejor «dejar de sentir para no sufrir». No desean volver amar porque no quieren quedar heridos.
Ahora bien, no hay que caer en los extremos, porque enamorarse siempre merece la pena, a cualquier edad y en cualquier momento.
Veamos ahora las características de los amores adictivos:
No lo llames amor, llámalo adicción química
El amor, por lo general es una orquesta sutil y maravillosa donde nuestros neurotransmisores entonan cada deseo, cada impulso y cada necesidad. Pero en el caso de los amores adictivos, estamos ante un auténtico naufragio químico.
La dopamina es la responsable de esta adicción, funciona casi como un opiáceo que estimula nuestro sistema de recompensa. Si no tenemos a esa persona a nuestro lado, nos sentimos vacíos y casi desesperados, es entonces cuando aparecen las dudas, los celos y esa sutil desesperación por hacer lo posible para estar junto a él o ella.
Faltamos a clase o al trabajo, dejamos a amigos de lado… Todo por esa adicción, ese amor cautivo generado por una batalla química en nuestro cerebro.
La seducción y la sexualidad
Los amores adictivos son aquellos que se centran casi en exclusiva en esa pasión habitada por el juego de la seducción y el placer de la sexualidad. Nuestro pensamiento orbita la mayor parte del tiempo en estas necesidades y, aunque a veces percibimos que no hay afinidad en otros aspectos, el hecho de descubrir a un compañero o compañera sexual que se ajusta a nuestras expectativas hace que la relación sea aún más adictiva.
Las exigencias, los chantajes
«Sin ti no soy nada», «Está claro que no me quieres, de lo contrario no harías esto», «Si me quieres de verdad tienes que dejar a esas personas»…
Este tipo de frases son muy comunes en los amores adictivos, los ultimátums, y esa sensación de que la relación es un «todo o nada» que siempre nos tiene contra la pared, es una realidad tan destructiva como habitual en este tipo de vínculos.
El amor maduro, consciente y real, no exige, respeta. Se preocupa por el otro y nunca nos quita el aliento ni vulnera nuestra autoestima de este modo.
El síndrome de abstinencia
Señalábamos al inicio que este tipo de relaciones están dominadas por ese aumento en la dopamina donde nuestro cerebro se rige en exclusiva por un sistema de recompensa. Si no tenemos esa «gratificación», ese estímulo dotado de placer, ilusión, e intenso deseo, nuestro cerebro cae en un pico de estos neuroquímicos hasta sufrir un auténtico síndrome de abstinencia.
Nos falta algo, nos falta esa «energía vital» que, aunque dañina, en muchos casos, se había convertido en casi una necesidad. Ahora bien, estos amores adictivos lo que consiguen en muchos casos es apartarnos en cierto modo de nuestra vida, dejamos de ser nosotros mismos para ser la «mitad de alguien», pero una mitad obsesiva y casi asfixiante que nos hacen caer en estados muy intensos pero infelices.
Y aún así, en ocasiones hasta los echamos en falta. ¿Te ha ocurrido alguna vez? No dudes en dejarnos tus comentarios y en recordar nuestro artículo sobre cómo es el amor en las personas introvertidas.