Imagina que poco a poco, tus días, se van difuminando como un cristal que se empaña y que no te deja ver qué hay tras él. Podrías limpiarlo, pasar la mano y apartar las tinieblas para ver cómo amanece el día. Pero no tienes ganas.
Intenta pensar cómo serían tus jornadas cotidianas si ya no encontraras sabor a las comidas, si el simple hecho de sentarte a comer ya no te estimulara. Y aún más. Imagina una vida en que poco a poco, pierdes las ganas por conocer gente, por amar, por mirar a los ojos y enamorarte.
El sexo deja de complacerte y ninguna caricia te estimula. El viento ya no te trae olores agradables, y la música no te relaja ni te hace vibrar… Ahora dinos ¿piensas que es posible vivir así?
Todo lo descrito anteriormente tiene un nombre: anhedonia o la incapacidad de sentir placer.
Hoy en Supercurioso te hablamos de ello.
Cuando la vida pierde su lado positivo: la anhedonia
Vivir es rodearnos de estímulos, y si son positivos mucho mejor. Los seres humanos nos guiamos básicamente hacia todas esas experiencias que nos hacen sentir bien, por muy insignificantes que sean: ese refresco recién sacado de la nevera, sentir el rumor de las olas en nuestro cuerpo, abrazar a nuestras mascotas, besar a nuestra pareja, reír con una buena película…
La vida son sensaciones. Estímulos, electricidad, el vacío en el estómago que nos indica que tenemos hambre y las ganas de que sea fin de semana para descansar. Ahora bien, la persona que sufre anhedonia, carece de casi todas estas sensaciones.
Los médicos nos dicen que es como si de pronto nos anestesiaran para cualquier sensación. Nuestro cerebro pierde el sentido de la recompensa y no sabe que si nos comemos ese helado de chocolate, lo disfrutaremos. Que una ducha caliente nos relajará o que un abrazo nos aliviará los miedos.
¿A qué se debe? ¿Ante qué tipo de trastorno nos encontramos? Es un síntoma, un trastorno emocional unido casi siempre a las depresiones, a las distimias, a la esquizofrenia o incluso como resultado del consumo de algún tipo de droga. Obviamente, pueden existir grados más discretos y más amplios de anhedonia. Es más, puede que hasta tú mismo lo hayas experimentado alguna vez.
Esos días en que estamos apáticos, apesadumbrados y nada atrae nuestro interés. No nos apetece ni comer, ni tampoco relacionarnos. Imagina ahora lo que debe ser esta situación llevada al extremo y vivida durante una larga temporada. Es una realidad tan triste como compleja, y no solo para la persona que lo padece, sino también para todos aquellos que formen parte de su círculo personal.
Cabe señalar que en muchas ocasiones, los pacientes experimentan anhedonia en una sola área de su vida. Está la anhedonia social, que caracteriza a todos aquellos que evitan relacionarse o tener contacto con las personas. Y aún más, te sorprenderá saber que también existe la anhedonia musical. ¿Intuyes ya a qué nos referimos con esta dimensión? En efecto, a la pérdida del placer por escuchar música, a la incapacidad de emocionarse al sentir cualquier tipo de melodía.
Te preguntarás también si se puede tratar y cómo. Desde luego, no obstante cabe decir que no existe un mismo medicamento o terapia psicológica estándar para todos los pacientes. Las estrategias de actuación dependen sobre todo del origen de esa anhedonia. Si se debe a una depresión ahondaremos en el origen de la misma. Si es una esquizofrenia iniciaremos el tratamiento farmacológico y asistencial. Si es a causa de la drogas, estableceremos las pautas más adecuadas para afrontar el problema.
Podríamos decir que las causas son múltiples y variadas. Que las personas manifestamos nuestras tristezas y problemas de las formas más diversas y sorprendentes. En ocasiones, el cerebro elige actuar ante esa situación mediante un sutil mecanismo de defensa: para dejar de sufrir, lo mejor es dejar de sentir.
Y poco a poco, perdemos las grandeza que nos aporta la vida en el día a día: el placer en todas sus variantes.
¿Cuál es tu opinión? Si te ha gustado este artículo descubre también la filofobia o el miedo al amor.