Es conocido el talento de los científicos alemanes antes, durante y después de la II Guerra Mundial para los inventos bélicos. Una muestra de ello son las armas de los nazis, sus tanques y sus cohetes. Algunos corrieron con mala suerte y no pudieron ser producidos (por fortuna para todos), y otros no funcionaron, también por fortuna.
Aquí hablaremos de una en especial, una de las armas de los nazis cuyo objetivo fue hacer arder poblados y ciudades y secar los mares.
Armas de los nazis. ¿Sabías del sistema para pulverizar ciudades y secar océanos que pretendían usar?
Podríamos hacer una película de ciencia ficción con el contenido de este post, o una de la saga de James Bond, y calzaría perfectamente. El argumento: científicos nazis bosquejan y diseñan una estación espacial donde, desde allí, construir un enorme y poderoso cohete que usaría el sol como principal fuente energética para quemar ciudades y secar océanos…
¿Algo de esto te suena familiar? Pues fíjate que ya en 1923, mucho antes de la II Guerra, un físico alemán, el doctor Hermann Oberth, quien fue uno de los principales entusiastas de la idea de los cohetes, había pensado en ello.
Se trataría de un espejo gigante que colocarían en el espacio, enfocando los rayos solares sobre un punto determinado en la superficie terrestre; con este espejo, los alemanes esperaban quemar ciudades hasta volverlas cenizas o hervir las aguas de ríos, mares u océanos hasta secarlos.
Algunas armas de los nazis fueron muy efectivas, como las series de cohetes V-1 y V-2, este último empleado específicamente contra Bélgica y el sureste de Inglaterra. Primer misil de largo alcance, y el primero de su clase que hizo un vuelo suborbital, es considerado el “padre” de todos los cohetes modernos que se utilizaron después en los programas espaciales, tanto de Estados Unidos como de la Unión Soviética. Fue lógico el temor que suscitó aquella “arma solar”.
Oberth pensaba utilizar la estación espacial no como arma, sino más bien como punto de recarga de combustible antes de que los cohetes comenzaran su viaje espacial; en aquella estación hipotética vivirían astronautas, y orbitaría la Tierra como un pequeño satélite humano, obedeciendo las leyes gravitacionales de cualquier objeto celeste. La fuerza centrífuga de su movimiento balancearía el empuje de la Tierra.
Frente a esto, y con la Estación Espacial Internacional en pleno funcionamiento, no nos queda más que asombrarnos por aquel proyecto. El “arma solar” tendría un costo aproximado de 3.500.000 de marcos de aquel entonces, y su propósito original era dirigir rayos solares a cualquier punto de la Tierra; el mismo Oberth no sólo estaba completamente convencido de la viabilidad del espejo, y de que se convertiría en realidad, sino también de que sería la última y definitiva arma.
Este plan se descubrió cuando los aliados ganaron la guerra en 1945, y salió a la luz una cantidad de documentos en los que se habían actualizado las propuestas de Oberth y habían comenzado a estudiar seriamente la posibilidad de que el Tercer Reich construyera un arma espejo que estaría orbitando nuestro planeta, tal y como se detalló en la revista Life del 23 de julio de 1945.
Quién sabe si hubiese funcionado, de haber tenido tiempo de construirlo. Sin embargo, algunos físicos argumentan que sería imposible que un espejo del tamaño propuesto (de 1,5 km de ancho) y orbitando a la distancia que pensaban los alemanes (como a 35.888 km), se calentase lo suficiente como para hacer algún daño. Lo que sí sabemos es que las armas de los nazis, al igual que las de los aliados, han buscado la perfección y la precisión en sus objetivos: matar más y mejor.
Sigue con nosotros y lee sobre estas extrañas armas de la antigüedad.
Imágenes: Life Magazine