Los monasterios y conventos medievales guardan entre sus gruesas paredes historias no muy santas, como la de las monjas traviesas del priorato de Littlemore, en Oxford, Inglaterra.
El increíble caso de las monjas traviesas de Littlemore
Es conocido el dicho español de “entre santa y santo, pared de cal y canto”, aludiendo a ese impulso incontenible del sexo que se abre paso entre hombres y mujeres. La “santidad” de algunos estados, como el de ser monjas o curas, no impedía que sintiesen e hiciesen cosas contrarias a lo que se suponía era el “deber ser”: mantenerse castos y célibes, actuar compasivamente y cumplir con los 10 mandamientos.
El caso del priorato de Littlemore, en Oxford, y sus monjas traviesas y pecaminosas escandalizó a la sociedad de la época. El convento fue fundado en 1100 y cerrado en 1525, y en sus 425 años de funcionamiento siempre se vio rodeado de rumores de abuso, inmoralidad e impudicia.
Estas extrañas monjas fueron acusadas de “comportamientos inmorales y lujuriosos”, tal como testimonian los libros de historia de la región. De hecho, la superiora Katherine Wells, la última que tuvo el convento, estuvo acusada de haber tenido un hijo con el cura de Kent, y no sólo eso, también maltrataba a las monjas, les pegaba “con los pies y los puños” y les infligía castigos mucho más duros de los que merecían. Y además, luego de que fuera destituida de su cargo, robó las joyas del convento y otros objetos de valor para poder criar a su bebé.
En su descargo, ella acusó a las otras monjas, diciendo que todas tenían pésimos hábitos de comportamiento, e incluso las culpó de “juguetear en el claustro con chicos”.
Pero en honor a la verdad, ella no fue la única monja que se portó mal. Otra tuvo un hijo con un señor de Oxford, que ya estaba casado, y en general, los escándalos del convento trascendieron los muros claustrales. A esto habría que añadir que el edificio estaba en muy malas condiciones, tan malas que las monjas se negaban a dormir en las celdas, y compartían entonces sus camas.
Otra de las infracciones que cometían, y asiduamente, era comer carne todos los días, lo cual tenían prohibido. La historiadora inglesa Eileen Power comenta en su libro Conventos medievales ingleses, que el de Littlemore era considerado uno de los peores claustros de que se tengan noticias.
La destitución de Wells dejó a las monjas sin ningún aporte económico, y en 1524 Lord Chancellor, Thomas Wolseym, recomendó su clausura definitiva después de visitarlo.
Recientemente, un grupo de arqueólogos encontró 92 esqueletos cerca del estadio de Oxford, 35 de los cuales eran de mujeres y 28 de hombres; el sexo de los restantes no se ha podido determinar todavía. Incluso hay uno de un niño recién nacido. Muchos ostentan signos de enfermedades, como lepra.
Uno de los esqueletos, boca abajo, alertó a los investigadores (liderados por Paul Murray, del John Moore Heritage Services) de que seguramente estaban frente a los restos de aquellas monjas traviesas del convento de Littlemore.
El hecho de estar boca abajo indica un tipo de entierro que se reservaba a pecadores y brujas, y muestra un acto de penitencia en el que los muertos pudiesen purgar sus pecados. Y otro dato, la posición de las tumbas evidencia la voluntad de que los cadáveres quedaran “cerca del corazón de la iglesia”.
Investigadores de la Universidad de Reading, además del grupo de Paul Murray, examinarán los esqueletos para entender mejor el tipo de entierros asociados a la expiación, y luego serán otra vez inhumados.
El convento, tras su clausura en el siglo XVI, se convirtió en granja, y en 2013, un grupo de fanáticos de fútbol destrozó la única parte que se mantenía en pie del convento de Littlemore. Actualmente en el terreno se levantará un hotel.
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