Que Hernán Cortés quemó sus naves es algo que nos cuentan desde pequeños, desde que comenzamos a estudiar. ¿Pero fue cierto? ¿De dónde sale esta expresión tan conocida en nuestro idioma castellano?
¿Es cierto que Hernán Cortés quemó sus naves?
Si eres mexicano o hispanohablante, eso de “quemar las naves” debe sonarte muchísimo. Significa cortar cualquier posibilidad, al tomar una decisión, de volver atrás. Curiosamente, es una de las anécdotas por las que más se conoce al conquistador español, además de dominar y vencer a Moctezuma y a los mexicas.
Pero lo más curioso del caso es que el hecho de que Hernán Cortés quemara sus naves es una mentira histórica del tamaño de América, y menos para enseñarles una lección de valentía a los marineros que lo acompañaban para hacerles entender que volver a España –a Cuba, mejor dicho–, no era posible, y por tanto había que vencer o morir en el intento. Suena muy heroico, pero es falso.
No. Hernán Cortés NO quemó sus naves. Y entonces, ¿por qué esta anécdota aparece en todos lados? ¿Por qué a Cortés se le asocia con esta imagen? ¿Incluso teniendo tanto en contra? ¿Suena razonable estar en una tierra desconocida, con desventaja numérica en tu ejército y aun así destruir tu única vía de escape?
La verdad es una mentira a medias. Hernán Cortés sí inutilizó algunos de sus barcos; había muchos de sus hombres que no confiaban en la expedición: unos porque veían difícil el propósito de vencer, siendo tan pocos; otros porque estaban aliados a Diego Velázquez, adelantado y gobernador de Cuba desde 1511, y quien había favorecido diversas expediciones al continente, la última de ellas a Culúa con Cortés al frente.
Aunque Cortés y Velázquez estaban relacionados en la conquista de América, existía una gran rivalidad entre ambos; si bien Cortés había recibido tierras y esclavos por su desempeño en la conquista de Cuba, fue acusado por Velázquez de conspiración y encarcelado… tiempo después, Cortés se casa con la cuñada de Velázquez y gana el mando de la última expedición a México. Pero algo debió pasar, ya que Cortés huye con su armada precipitadamente en noviembre de 1518 y marcha al continente a conquistar la tierra de los mexicas.
Velázquez, ni corto ni perezoso, manda una expedición para cortarle el paso a Cortés, pero fracasa. Mediante hilos movidos en la corte española, logra el título de Adelantado de Yucatán, y Cortés, enterado del nombramiento, sin dilación mandó a España, al rey Carlos V, una nave con lo mejor que había obtenido en sus expediciones.
Por ello, evitando que los hombres se comunicaran con Cuba, inutilizó los barcos –todos menos en los que se fueron sus más fieles compañeros–, para no correr el riesgo de que Velázquez se enterara de sus intenciones y eliminara la posibilidad de su propio nombramiento. Algunos de sus hombres no veían con buenos ojos esta actuación de Cortés, que consideraban algo así como una traición.
No podía darse el lujo de que alguno de los marineros afínes a Velázquez robara un barco y marchara hacia Cuba, y por eso, además, a varios de ellos les aplicó la justicia usual de la época: Diego Escudero y Juan Cermeño fueron ahorcados, y a Gonzalo de Umbría le cortó un pie.
De más está decir que la “destrucción” de sus naves no fue definitiva, pudieron refaccionarlas tiempo después. Bernal Díaz del Castillo, que relata este episodio –pues estuvo con Cortés–, le aconseja que “diese al través con todos”. “Dar al través con un barco” significa volcarlo, o vararlo; en otros textos coloca la palabra “barrenar”, que es abrir huecos en el barco con un barreno o broca.
En todo caso, Hernán Cortés desmontó aquellos barcos que se encontraban en peores condiciones, y así mató 3 pájaros de un tiro: evitó la deserción de parte de sus hombres para ir con Velázquez, no dejó hombres vigilando ningún barco (pues los necesitaba para la expedición) y mantuvo la posibilidad de recuperar las naves más tarde.
¿Y por qué entonces, si el mismo Cortés y Díaz del Castillo escribieron en sus cartas lo que ocurrió en verdad, la historia posterior es distinta? Sabemos que ésta se escribe y reescribe de acuerdo a los intereses de los vencedores, y Hernán Cortés fue inequívocamente vencedor. Pero no fue él quien lanzó al viento una verdad a medias. Fue Francisco Cervantes de Salazar quien, 27 años después, escribió la Crónica de la Nueva España, y se dedicó a ensalzar la figura del conquistador. Él reescribió la anécdota de las naves y obvió por completo a Velázquez y la traición de Cortés. Si bien no aparece en su Crónica la quema de las naves, sí hace mención en una carta de 1546 dedicada al conquistador:
“vuestra señoría desembarcó para la entrada, quemando luego los navíos en testimonio de su mucho valor”.
Fue tan popular este cuento, que a partir de allí y respaldado por los relatos de Juan Suárez de Peralta, un historiador del siglo XVI, la imagen de que Hernán Cortés quemó sus naves fue sine qua non, y así llegó a nosotros. Peralta escribe:
“acordó que se quemasen los navíos, y ya quemados, de fuerza habían de entrar [los soldados] tierra adentro y pelear hasta morir o aprovechar la jornada”.
Por lo tanto, no es más que una mentira histórica repetida hasta la saciedad, tanto que esta anécdota ha borrado el hecho de que en otras ocasiones sí han quemado las naves para no tener la alternativa de echarse para atrás: Alejandro Magno en Fenicia, Julio César en Britania, Agatocles en Sicilia, el duque de Normandía en Inglaterra, Barbarroja en Argel o Sun Tzu en China…
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