Una buena comunicación, eficaz, efectiva, es esencial para que la sociedad se desarrolle. El buen uso del lenguaje, especialmente de la cortesía, ha sido una herramienta para atenuar problemas entre los seres humanos.
Cortesía verbal para que la sociedad funcione
Cuando nos dirigimos a alguien depende en gran medida de nuestra intención comunicativa, del grado de confianza que nos una, si hay grandes diferencias de edad o de jerarquía, etc. La relación social se establece entonces en dos ejes: uno horizontal, donde está el conocimiento previo, la confianza y la proximidad, que promueve relaciones de igualdad; y otro vertical, donde hay diferencias jerárquicas fundamentadas en la edad, estatus, y otros parámetros.
La imagen
Para explicar las relaciones sociales es importante hablar de dos conceptos. El primero de ellos es la imagen; actualmente muchos lingüistas y estudiosos del lenguaje ven la actividad comunicativa como una obra teatral donde los participantes interpretan un papel que se define a medida que la interacción social avanza. Esta imagen no es lo que realmente somos, más bien es la representación que nosotros mismos creamos sobre nosotros y que deseamos mostrarles a los demás.
Establecido esto, se desarrolla entonces en torno a ella una especie de ritual que evita en lo posible cualquier daño a la imagen de los participantes, y cuando el daño se produce, intenta arreglarlo o compensarlo.
El territorio
El otro concepto tiene que ver con el espacio, que se carga simbólicamente de un sentido psicológico y se refiere a todo lo que el sujeto siente como propio; cuando es invadido, o se siente la amenaza, puede generar conflictos. Por ejemplo, hay determinados temas que todos sentimos como personales, privados, que no nos gusta abordar con todo el mundo porque supondría una intromisión a nuestra privacidad.
“¿Cómo estás?”, “¡Muy bien!”
A finales de la década de los 80, dos autores (P. Brown y S. S. Levinson) plantearon que todos los miembros de una sociedad poseen una imagen pública que reclaman para sí mismos, y está formada por un conjunto de deseos compartidos por todos, el cual tiene dos lados complementarios:
- Una imagen negativa: es la que constituye el deseo de libertad de acción sin que alguien o algo imponga restricciones o controles,
- Una imagen positiva: que es el deseo de ser aceptado por los demás y de que compartan sus deseos.
En tal sentido, hay una serie de actos lingüísticos que amenazan la imagen negativa o positiva de quien habla o quien escucha; por ejemplo, las promesas, los compromisos, amenazan la imagen negativa de quien los hace, pues limitan su libertad de hacer o no; las confesiones, las autocríticas, amenazan a su vez su imagen positiva, ya que pueden ser consideradas autodegradantes y ponen en peligro su propia imagen social. Por otro lado, las peticiones, las órdenes, las instrucciones son amenazas para el otro, pues invaden su territorio y restringen su libertad, y los insultos, las burlas, los reproches, las refutaciones atacan el deseo de ser valorado y reconocido por los demás.
En todo esto, es la cortesía la que “enjabona” estos actos, la que funciona como medida correctora y mantiene el equilibrio social para evitar los conflictos.
No falta quien diga o piense que establecer las relaciones sociales en estos términos resulta algo muy pesimista o paranoico, pues pareciera que no se puede dar un paso sin amenazar la imagen pública, ajena y propia. Sin embargo, habría que poner de relieve que al lado de los “actos amenazantes” están los actos que valorizan la imagen del otro, a través de alabanzas, agradecimientos, felicitaciones, etc.
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