Antes de la Reforma el cristianismo vivió al menos dos grandes crisis que pudieron haberlo conducido a una eventual desaparición o a que se convirtiese en una red de religiones nacionales (una por cada país de la cristiandad), que influyeron en la transformación definitiva vivida por esta religión en el siglo XV.
Estos dos grandes eventos son conocidos como los cismas: el Cisma de Oriente y Occidente, que separó la iglesia católica y romana de la iglesia ortodoxa griega; y el Gran Cisma de Occidente, que dividió el catolicismo en dos papados y hasta en tres, entre los siglos XIV y XV.
Te invitamos a esclarecer esta interesante historia.
Una religión con dos casas
No ahondaremos en cómo la iglesia cambió su sede a una ciudad francesa y se puso bajo la protección, no siempre deseada, de la monarquía francesa, y comenzaremos contando que la misma volvió a Roma sin que esta ciudad fuese un lugar seguro para los cardenales y el Papa. La violencia en la ciudad era tal que el papa Gregorio XI estaba considerando regresar a Aviñón cuando murió, en 1378.
El cónclave que se realiza a continuación para nombrar al nuevo pontífice se hace bajo una fuerte presión de los habitantes de Roma, soliviantados por cardenales italianos que desean imponer un papa de esta nacionalidad. En medio de amenazas y manifestaciones es elegido el arzobispo de Bari, Bartolomeo de Prignano, que elige el nombre de Urbano VI.
Un grupo de cardenales se reúne nuevamente fuera de Roma y decide impugnar la elección, porque se hizo bajo presiones y amenazas, y nombran un nuevo papa, con el apoyo de los reinos de Francia y Nápoles: Roberto de Ginebra, que tomará el nombre de Clemente VII.
El Gran Cisma
Hay dos pontífices, uno en Aviñón, Clemente VII, y otro en Roma, Urbano VI. El primero cuenta con el apoyo de Francia, Nápoles y algunas ciudades italianas y reinos españoles; el segundo con Pisa, Florencia, Perugia y parte de Italia. Algunos reinos deciden mantenerse neutrales, como los de Navarra y Aragón, y otros oscilan de un papa a otro, como el rey de Portugal, Fernando I.
Esta situación propicia guerras, alianzas, luchas y conspiraciones en diferentes estratos que van desde los monasterios e iglesias hasta universidades y cortes palaciegas.
Ambos papas tienen sucesores: Piero Tomacelli (Bonifacio IX) y Pedro de Luna (Benedicto XIII) y, finalmente, se convoca un concilio para tratar de solventar esta situación.
El tercer papa
En 1409 las partes en conflicto y los que permanecían neutrales logran ponerse de acuerdo para realizar un concilio en Pisa, pero ambos papas no se presentaron, porque tendrían que hacerlo en calidad de acusados, y en consecuencia ambos fueron depuestos y se nombró un nuevo papa, el cretense Pedro Philargés, ahora Alejandro V.
Pero los otros dos no renunciaron, así que entonces había tres papas: uno en Aviñón, Gregorio XII (que había reemplazado a Bonifacio IX); un español que debió salir huyendo de Roma, Benedicto XIII;
y Alejandro V, que murió al año de ser nombrado y fue reemplazado por Baldassare Cossa, primer Juan XXIII de la historia.
Esta situación se mantendrá hasta el Concilio de Constanza, realizado en 1414 y patrocinado por el emperador de Alemania, Segismundo, que persiguió, detuvo y depuso a Juan XXIII y recibió con beneplácito la renuncia de Gregorio XII. Benedicto XIII nunca renunció ni fue capturado, por lo que murió excomulgado, “pero en sus trece”.
Del Concilio de Constanza surgió un nuevo y único papa, Martín V. Los conflictos en la iglesia católica continuarían hasta desembocar en la Reforma y la Contrarreforma, pero ésa es otra historia, que quizá algún día te contaremos.
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