Todos pasamos épocas complicadas, momentos en que casi sin saber muy por qué nos invade la apatía, el mal humor, el cansancio, ahí donde solo somos capaces de ver «el lado negativo» de la vida.

No pasa nada si son momentos determinados, dos o tres semanas donde poco a poco, vamos saliendo de ese túnel que nos obliga a emerger de nuevo a la luz con nuevas perspectivas, nuevas reformulaciones personales.

Ahora bien, pero… ¿Qué ocurre si pasamos «meses y años» de este modo? En este caso, estaríamos hablando ya de un tipo de depresión muy específica: la distimia.

Cuando la tristeza se expresa con mal humor… ¿Te ha pasado alguna vez?

Hemos de dejar claro dos aspectos previos que nos servirán de ayuda. El mal humor no es sinónimo de una personalidad difícil dotada de mal genio. Todos tenemos nuestras «explosiones» de mal humor sin necesidad de tener un tipo de personalidad u otra. Otro detalle a tener en cuenta es que estar tristes no es lo mismo que estar depresivos. Una depresión puede tener muchos orígenes, incluso deberse a una alteración en nuestra neuroquímica cerebral.

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Veamos ahora qué sintomatología presenta la distimia:

  • La distimia hunde sus raíces etimológicas en la propia palabra que la caracteriza, «mal humor», y afecta a casi el 5% de la población, sobre todo en mujeres.
  • El DSM-V habla del trastorno distímico como una depresión «menor» que podemos sufrir sin darle excesiva importancia porque a pesar del malestar, seguimos «siendo funcionales». Es decir, vamos a trabajar, a estudiar…
  • El problema es que somos incapaces de ver cualquier cosa positiva del día a día, la vida pierde su brillo y todo es aburrido, todo pierde su interés y nada nos ilusiona.
  • Quienes están a nuestro alrededor nos evitan porque caemos en ese círculo incómodo en que somos ya «ese amigo negativo» que nunca tiene ganas de nada, y a su vez, al ver cómo la gente se suele alejar un poco de nosotros se incrementa también nuestro malestar. Es algo muy complejo.
  • Nos sentimos cansados, nos cuesta tomar decisiones e incluso concentrarnos.
  • Podemos pasar épocas de mucho sueño, o por lo contrario días de terrible insomnio.
  • Lo mismo ocurre con la comida, tenemos días en que sufrimos una inapetencia total, y momentos en que nos lo comeríamos casi todo.

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Los expertos nos dicen que el aspecto genético pesa mucho para este tipo de depresión. Estamos por tanto ante un tipo de enfermedad donde la alteración de diversos neurotransmisores hace que perdamos la ilusión y que siempre estemos de mal humor. De ahí, que necesitemos sin duda un adecuado tratamiento médico, fármacos que regulen esa química cerebral, acompañada siempre de nuestra propia voluntad enfocando la vida de otro modo: cambiando de aires, haciendo deporte, cultivando nuevas ilusiones, conociendo a gente nueva.

La depresión puede ser una cárcel interior muy voraz capaz de hacer que seamos prisioneros de nuestra propia mente. Hay que salir de ella. ¿Te has sentido así alguna vez? No dudes darnos tu opinión y recordar el siguiente artículo:

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