El amor es una fuerza renovadora. Cuando caemos rendidos bajo su magia, sentimos que la vida cobra un sentido diferente…nos proporciona una sensación de plenitud indescriptible. Y así el mundo parezca una vorágine incomprensible en ocasiones, este sentimiento nos cambia la perspectiva para mejor.
Pero también podría tomar otra forma, la de una pasión implacable capaz de arrasar con nuestra cordura. Acaso, ¿no te has enamorado tan profundamente hasta sentir que has perdido el control sobre ti mismo?
Como es costumbre, la ciencia ha racionalizado éste y otros costados no tan pintorescos del amor, que a continuación te contaremos.
El efecto del amor descubierto por la ciencia que no te gustará
Enamorarse a veces es sinónimo de pasar el día entero pensando en la persona en cuestión. La mente viaja casi a tiempo completo a un mundo donde “Romeo y Julieta” viven su amor en pleno, especialmente en etapas tempranas del romance.
Desde la óptica de algunos científicos, esta clase de pensamientos recurrentes son comparables con la adicción. Pues, ¿cómo dejamos de pensar en lo que nos hace felices? O incluso ¿cómo evitamos darle vueltas a la cabeza hasta el cansancio cuando algo no marcha bien con la persona que amamos? Es tarea difícil.
El amor puede absorbernos casi enteramente. Por lo mismo, nuestra concentración se dispersa y el rendimiento en tareas esenciales, como estudiar o trabajar, cambia.
Sobre este punto, investigadores del Instituto Leiden para el Cerebro y la Cognición, explican en un estudio realizado con relación al efecto del amor en el cerebro, que quienes dijeron amar apasionadamente mostraron menos control cognitivo, aquél con el que elegimos de manera voluntaria ignorar elementos distractores para poder enfocarnos en algo específico.
Es así que, si bien este sentimiento activa áreas del cerebro asociadas con la recompensa y la satisfacción, otro efecto del amor es que desactiva funciones relacionadas a la memoria y la atención.
En pocas palabras, podría decirse que nos vuelve un poco tontos.
A la oxitocina se la conoce como la hormona del amor, porque es la que se libera cuando dos personas se enamoran. Funciona como una droga feliz para nuestro sistema de recompensa, entonces es, básicamente, la responsable de que sintamos la euforia propia del enamoramiento.
Y es tan importante en el éxito de las relaciones amorosas que el psicólogo Schneiderman establece que las parejas que poseen altos niveles de oxitocina a comienzos de un noviazgo, tienen mayores probabilidades de permanecer juntos por largo tiempo.
¿Sabías que es también la hormona de la monogamia? Si los niveles de ella son altos, la satisfacción amorosa también se eleva, de esta manera disminuye la posibilidad de que se contemple la infidelidad.
Sin embargo, la oxitocina actúa de manera realmente peligrosa en individuos agresivos. Así lo probó un grupo de científicos, en 2014, al suministrar dosis de la hormona, vía nasal, a individuos con tendencias violentas.
Con lo observado en los participantes, los especialistas sugieren que cargas de hormona del amor podrían intensificar en personas agresivas el deseo de conservar con desenfreno a su compañero sentimental, así deban aplicar tácticas violentas. Tal como ocurre en esas historias que probablemente has escuchado sobre amores enfermizos en los que se experimenta el maltrato físico y psicológico como mecanismos de dominio en respuesta al apego emocional casi obsesivo.
En este sentido, la oxitocina te hace vivir el éxtasis en el mejor de los casos y en los peores… intensifica los miedos, la paranoia, agresividad y lo que es peor, toda esta cadena de emociones volátiles deja trazos casi permanentes en el ser amado.
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