“Esta noche un minuto después de las 12, nacerá una nueva nación. El demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y limpios modales. Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado. Las cárceles y correccionales quedarán vacíos; los transformaremos en grandes fábricas y graneros. Todos los hombres volverán a caminar erguidos, todas las mujeres sonreirán, y volverán a reír los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno.”
Estas son las palabras que pronunciara el Senador de los Estados Unidos Andrew Volstead, las cuales, anunciaban la entrada en vigor de la nombrada en su honor como Ley Volstead, más conocida como Ley Seca, y comúnmente denominada por aquellos que la padecieron como “La Prohibición”.
La Ley Seca, que convertiría a millones de ciudadanos honrados en delincuentes, nace el 17 de enero 1920 con la aprobación de la XVIII Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, por la cual, se prohibía la fabricación, venta, transporte y exportación de bebidas alcohólicas en todo el territorio nacional. Permanecería vigente hasta 1933, trece años que darían veracidad a la afirmación de que…“la prohibición es la madre del deseo”.
Los Comienzos de la Ley Seca
La Ley Volstead, plantearía los límites sobre el papel del Estado, y hasta qué punto se le puede decir a la gente como vivir sus vidas. Fue una ley que enfrentaría al mundo rural con el urbano, a protestantes y católicos, a los nativos con los recién llegados. Pero para entender la Ley Seca o “Prohibition Law”, hemos de profundizar en el contexto del complejo momento histórico en el que se produjo.
El S.XIX fue el siglo de los grandes asentamientos en los Estados Unidos. El fin de la Guerra de Secesión (1861-1865), supuso la ocupación de grandes extensiones de territorio antes vacías. Los nuevos colonos basarían su subsistencia esencialmente en la agricultura. Serian plantados vastos campos de cereal, maíz en su mayoría, y cuyo excedente sería usado de la mejor forma posible, dando lugar al nacimiento de una nueva bebida, el whisky de maíz o Bourbon, el cual era tan valioso que llegó a considerarse una auténtica moneda. Registros de la época, hablan de grandes transacciones de tierra que fueron pagadas con whisky. Eran tiempos en los que un estadounidense medio, consumía un equivalente a 88 botellas de whisky al año. Por aquel entonces, el gasto del país en alcohol superaba el presupuesto total del Gobierno Federal. Cárceles, asilos y casas de caridad rebosaban de alcohólicos; por ende, se multiplicaban casos de abandono, malnutrición infantil y violencia doméstica. Gran parte del país empezó a pensar con preocupación, que los Estados Unidos se estaban convirtiendo en un país de borrachos.
La inquietud aumenta
La instantánea de la época, es la de una América conservadora y de ideología eminentemente protestante, la cual vinculaba el alcohol con un clima de decadencia, asociándolo a la pobreza, la enfermedad, la delincuencia, la prostitución y otros vicios morales. Es por ello que empiezan a surgir numerosos movimientos en contra del alcohol. Peculiar fue el caso de 6 bebedores habituales de Baltimore, que se reúnen y prometen no volver a beber, fundando lo que orgullosamente llamaron la primera Sociedad de Borrachos Reformados, a la que dieron el nombre de su primer presidente, por lo que en adelante serían conocidos como Los Washitonianos. Les siguen numerosas organizaciones surgidas en las iglesias con nombres tales como Los Hijos de la Templanza o Los Caballeros de Jericó, y organizaciones políticas como la Liga Antitabernas, que constituyó el grupo de presión a favor de la prohibición más fuerte del país.
Pero, por su transcendencia, quizás lo más importante fuera la implicación femenina en estos movimientos. Fue a partir de ellos, que las mujeres expresaron sus opiniones por primera vez en Estados Unidos. Su adalid fue Frances Elisabeth Caroline Willard, pionera en la defensa de los derechos y educación de las mujeres. Lideró la que se conoció como la Unión de Mujeres por la Templanza Cristiana y, aliándose con el Movimiento por el Sufragio Femenino, articularia para siempre el movimiento por la templanza con la lucha por la igualdad de las mujeres.
Pese a la existencia de todas estas inquietudes, las tabernas seguirían siendo la válvula de escape para los trabajadores de principios del siglo XX. Para el que vivía en una miserable casucha de alquiler, la taberna era como el salón de su casa, un club social en el que se podían cobrar los cheques de la nómina, recoger la correspondencia, enterarse de quien contrataba, o incluso conseguir un trabajo en el ayuntamiento. En ocasiones, los dueños de las tabernas eran también políticos que ofrecían puestos de trabajo con carácter discrecional. Los bares eran lugares de reunión de sindicatos, hermandades y asociaciones de inmigrantes. En ellas se votaban elecciones y celebraban velatorios. Eran los clubes privados de la clase obrera.
Pero la Ley Volstead, ya presente en entornos rurales y algunas pequeñas ciudades, se estaba cociendo a fuego lento, y nadie imaginaba lo que iba a suponer abrir la caja de Pandora.
Los años de la prohibición
El 17 de Enero de 1920, supone la desaparición de la oferta legal de bebidas alcohólicas, mas no por ello, la disminución de la demanda. Tras años de lucha y campaña, aprobar la enmienda de la Ley Seca había sido una cosa; hacerla cumplir seria otro cantar muy diferente. Sus defensores, pronto se darían cuenta que llevarla a la práctica supondría una misión mucho más difícil.
Tras la entrada en vigor de la ley, se vislumbran algunos indicios de su eficacia; se reduce en un tercio el consumo de alcohol, así como los asesinatos relacionados, y las detenciones por ebriedad en lugares públicos. La mayoría de destilerías tuvo que echar el cierre. Fueron clausurados enormes almacenes de licor. Algunos viñedos californianos empezaron a sustituir las viñas por ciruelos y albaricoques. Muchas de las cerveceras más importantes, se dedicaron a la fabricación de refrescos y sucedáneos de cerveza sin alcohol. Es en esta época cuando Coca-cola multiplica su producción por dos. Fue un momento dulce para los defensores de la templanza, no obstante, una quimera que muy pronto mostraría su verdadero rostro.
No todos los estados ratificaron La ley Seca inmediatamente, sino que su establecimiento fue progresivo. De este modo se produjo una circulación de alcohol desde los estados húmedos a los secos. El precio de las botellas se multiplicó, y con ello las ganancias y la tentación de sacar beneficio.
Muchos desafiaron la prohibición desde el primer momento, algunos por no concebir el poder del Estado para prohibirles la bebida, otros sencillamente por parecerles ridícula. La entrada en vigor de la Ley Seca, supuso el cese del que era el quinto sector productivo del país. Miles de trabajadores perderían su trabajo, al igual que cientos de miles que trabajaban en sectores relacionados; transportistas, fabricantes de barriles, embotelladores, productores de cereal y camareros. La negativa a acatar la ley no tardó en hacerse omnipresente. Bares clandestinos surgían por doquier, así como proliferaba la fabricación doméstica de brebajes caseros. Congresistas y senadores, médicos y farmacéuticos, agentes federales y policías, sacerdotes y rabinos; todos encontrarían la manera de sacar dinero burlando la ley. Y la situación no iba más que a empeorar.
Muchas de las organizaciones criminales que se dedicaban al juego y la prostitución, interpretaron que un nuevo producto había pasado de la legalidad a la ilegalidad. Un nuevo mercado sumergido había nacido de la noche a la mañana, lo que constituía una nueva actividad muy completa y lucrativa a la que dedicarse.
Los reyes del contrabando
La demanda de alcohol era ilimitada en las grandes ciudades, y la Ley Seca fue la oportunidad para que hombres inteligentes, aunque de cuestionables principios morales, hicieran fortuna.
Uno de los gánsteres más importante durante el periodo de la Ley Seca fue Angelo Genna, apodado el Sangriento. Era un siciliano que pagaba a sus compatriotas el viaje desde Sicilia. Al llegar a Nueva York, les entregaba un alambique de 20 litros. Las instrucciones eran simples: llenar la mitad de agua, añadir un par de kilos de azúcar, rellenar el resto con granos de maíz y ponerlo a hervir. Al final del día una persona producía unos 7 litros de alcohol puro destilado. Se cree que llegó a tener hasta 3000 trabajadores al mismo tiempo.
Pero no solo los fabricantes ganaban dinero, también los intermediarios, y más si eran listos. Dominic Sarno fue el ejemplo. Cuando el negocio del alcohol ilegal marchaba a toda vela, se le ocurrió que con una pequeña inversión podía aumentar considerablemente los ingresos. Dominic y sus socios trabaron amistad con algunos grabadores de etiquetas. Tras “secuestrarles” para proporcionarles una tapadera ante la policía y hacer su trabajo, les despedían en una esquina cualquiera de la ciudad. Con la etiqueta adecuada, cualquier brebaje de mala muerte se convertía en un licor de marca que multiplicaba su precio en el mercado.
George Remus y «El Círculo»
Muchos se enriquecieron y se hicieron poderosos gracias al tráfico ilegal de licor pero, por más que lo pretendieran, siempre estarían a la sombra del hombre que levantó el mayor imperio del contrabando de la historia. George Remus, a pesar de ser abstemio, fue al contrabando lo que Rockefeller al petróleo, además del abogado criminalista más famoso de los Estados Unidos.
La historia de Remus comienza defendiendo a mafiosos y gánsteres. Su trabajo era una manera segura de ganarse la vida, pero algo de lo que se cansaría muy pronto. Una de las cosas que le fascinaban era la facilidad con la que sus clientes, personas por lo general muy básicas y de discutible inteligencia, sacaban del bolsillo generosos fajos de billetes con los que pagaban al momento, y sin apenas perturbarse, las altas multas que los jueces les imponían. Cansado de abogar por gánsteres de poca monta, Remus no tardaría en sacar provecho de la situación y la posición en que se encontraba. Estudió la Ley Volstead, decidido a sacarle partido a sus puntos débiles, y así descubrió que infringir la ley era mucho más lucrativo que defenderla. Compró destilerías con la tapadera de vender alcohol con fines medicinales. Fundando su propia empresa farmacéutica y manipulando la contabilidad para añadir envíos que nunca llegarían a su destino, creó un método propio al que llamaría “El Círculo”. Para mantener un imperio que producía millones de dólares al año y se extendía desde Nueva York a California, sobornó a todo un ejército de policías, agentes federales y funcionarios públicos. Pese a caer en manos de la justicia acusado de cometer todo tipo de crímenes, su paso por prisión fue únicamente testimonial.
Scofflaws, los Burladores de la ley
Corre el año 1924 y la Ley Seca se encuentra en pleno auge. El periódico Boston Herald, en un desafío a sus lectores, ofrecía 200 dólares a aquel que inventara un término para designar a aquellos que se saltaban la prohibición. 25.000 fueron las sugerencias, pero el premio se dividió entre dos participantes que coincidieron en su respuesta. “Scofflaw” fue la palabra elegida por el periódico; literalmente significa Burlador de la Ley.
Eran tiempos en los que el alcohol de estraperlo no resultaba difícil de conseguir. Aun así, muchos optaron por el ingenio para conseguir algo de bebida dentro de los márgenes legales. Bajo prescripción médica, cada 10 días era posible conseguir un máximo de medio litro de ron, whisky o bourbon por paciente. De este modo, se dieron multitud de casos en los que sospechosas enfermedades afectaban a familias enteras.
Por respeto a las creencias religiosas, el vino para las misas cristianas y judías también contaba con una excepción legal. Cierta vez un sacerdote llegó a declarar que un cuarto de lo que compraba la iglesia era vino de misa, y que lo demás era sacrílego. Así, a partir de 1920 las congregaciones religiosas multiplicaron por 10 sus feligreses.
Del mismo modo, a las familias judías se les permitía una cantidad de vino por año, pero debían contar con la certificación de un rabino. Al contrario que para ordenarse sacerdote, para ser rabino no era necesaria la pertenencia a una orden eclesiástica, o la aprobación de una institución religiosa. Esto se tradujo en la proliferación del número de hombres que se declararon rabinos. Así aparecieron clérigos con apellidos irlandeses como O´Kelly u O´Callahan e incluso rabinos negros, un fraude motivado por conseguir un poco de alcohol, bien para beber u obtener un ingreso extra en tiempos tan difíciles.
Los últimos años secos
A La Ley Seca le llamaron el noble experimento. No obstante, creó más problemas de los que resolvió. Se mantuvo obstinadamente durante 13 años llevando a casi todo un país a la delincuencia y al desprecio por la ley. A finales de los años 20, cada vez más gente la consideraría un error. Algunos sugerían que tan solo derogar la enmienda XVIII, acabaría con la escalada de delincuencia, anarquía, corrupción e hipocresía que había generado. Pronto se iniciaría una lucha por su derogación tan encarnizada como la que se había librado en el pasado por su aprobación.
Sectores de la sociedad antes a favor de la prohibición se empiezan a posicionar en contra. La perspectiva de nuevos puestos de trabajo y la reapertura del mercado del alcohol, guiaba cada vez más a la opinión pública a querer legalizar la bebida. Es entonces cuando surgen grupos como la Asociación en contra de la Enmienda de la Prohibición. La osadía en las ciudades era cada vez mayor y los bares clandestinos prosperaban pese a las continuas clausuras y redadas. Por cada bar que se cerraba abrían dos más, y el país que había prohibido el alcohol se convertiría en el mayor importador de cocteleras.
La actitud hacia la ley comenzó a cambiar, y son de nuevo las mujeres, que tanto habían hecho por que se aprobara, las que liderarían la cruzada en contra. Es de esta manera que, en la década de los años 30, las mujeres cambian totalmente la manera de comportarse y su actitud hacia lo considerado políticamente correcto. Empiezan a frecuentar tabernas y pubs, que hasta el momento habían sido lugares reservados a los hombres. Esta liberación parecía estar asociada al consumo de alcohol. Fue el principio de la época en que chicos y chicas se acostaban juntos, los orígenes del Jazz, el comienzo de una nueva revolución sexual.
El golpe definitivo a la prohibición se da en el año 1932. Corren los años posteriores a la Gran Depresión y mucho dinero es dedicado a una ley sin sentido y de la que no se obtenían resultados. Es el año en que Franklin Delano Roosevelt se presenta a las elecciones posicionándose a favor de la derogación de la ley Volstead, y arrasando en 42 de los 48 Estados. Menos de un mes después de la investidura del nuevo presidente, se presentaría la enmienda XXI, que derogaría la XVIII, y sería aprobada sin ninguna dificultad.
Tras 13 años, el 7 de abril de 1933, los estadounidenses pudieron comprar legalmente por primera vez una botella de cerveza. Menos de un año después la prohibición fue abolida en todos los Estados de América.
El noble experimento había llegado a su fin. Después de las devastadoras consecuencias que tuvo para la moral, la política, el gobierno y la economía, tras ver que fue un auténtico fracaso, el legado más sorprendente de la prohibición, es que hoy en día es mucho más difícil beber en los Estados Unidos que cuando estaba prohibido por ley.
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