“El lago de los cisnes”, esa obra maestra que invade de fascinación tanto la vista como los oídos más duros. Seguro que alguna vez has escuchado alguna pieza de esta famosa obra compuesta por el gran músico Tchaikovsky o has visto el célebre “Paso a Cuatro”, que es una de las variaciones de ballet más conocida en el mundo entero.
Dos mujeres: el cisne negro y el cisne blanco
La leyenda de la mujer que se convierte en cisne se retrotrae a varios siglos y aparece tanto en la cultura occidental y oriental. En esa época, las mujeres capaces de convertirse en algún animal, especialmente en pájaros, era el tema de moda, siendo el cisne el más usado en espectáculos por su gran elegancia. Tchaikovsky hizo su propia versión del Lago de los Cisnes, junto al compositor Migorsky y a Modeste, su hermano mayor, en la que dos mujeres cisnes, una de blanco y otra de negro actuaban por separado en la obra.
Fue en el año 1985, cuando al músico le propusieron componer una partitura junto a Vladimir Petrovich, quien fue un afamado director de teatros Imperiales Rusos en la ciudad de Moscú y había creado una nueva historia para ballet, El Lago de los Cisnes.
Tchaikovsky aún no había acabado con la partitura, cuando Julius Reisinger, coreógrafo de la obra, ya estaba ensayando junto a sus bailarines. Pero cuando el músico acabó su trabajo, Reisinger quedó estupefacto por la partitura y los bailarines crearon sus propias variaciones. Un crítico de aquella época expresaba que el estreno fue una tortura llena de movimientos alternos de piernas hacia arriba y hacia abajo. Y que destacaban los solistas que se dedicaban a pegar saltos por todo el escenario sin ton ni son.
Desde ese momento, el Lago de los Cisnes fue catalogado como un fracaso, a eso se le añadía que Reisigner ya no era gustoso para los críticos, los cuales tenían una actitud prejuiciosa para con el coreógrafo.
A pesar de todo lo anterior, el Lago de los Cisnes realizó más de 40 actuaciones, en una etapa en la que los ballets usualmente no hacían más de 20.
La historia cambia cuando la obra es comprada por el teatro “Maryinsky, cuyo coreógrafo residente era el reputado Petipa, quién se percató de que todo este fracaso no se debía a errores en la música, sino que el problema surgía en los bailes y en la producción de estos.
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