Supercurioso, siempre a la caza de curiosidades, trae en este artículo una información entre lamentable y extraordinaria. Se trata del lago Chagan, en Kazakhstán, antigua república soviética.
Un precedente tenebroso
En 1962, en plena Guerra Fría, Norteamérica experimentó con armas nucleares con fines no bélicos. Querían saber si servían para otra cosa que no fuera matar a los semejantes.
Pensaban que las explosiones nucleares podrían ayudar a la minería, y con ese objetivo en mente, decidieron probar en el desierto de Nevada, abriendo un cráter con una bomba de 104 kilotones enterrada a 194 metros de profundidad.
Imagínate una explosión que produzca un domo de tierra de 90 metros de altura antes de desplazar 11 millones de toneladas de material. Este cráter artificial, bautizado con el nombre de Storax Sedan, midió 390 metros de diámetro y 100 de profundidad, y provocó un terremoto de 4.75 en la escala de Richter.
El desastre ecológico y radiactivo que supuso este experimento fue como si Chernobyl hubiese estado presente en el desierto norteamericano, pues la radiación que generó al momento del evento fue de 500 Roentgen por hora. Además, la nube radiactiva viajó sobre los estados del centro del país, dejando una terrible contaminación a su paso; la razón fue que la nube de polvo se transformó en lluvia ácida y se dispersó de una manera mortalmente efectiva…
Pero también significó que Estados Unidos se adhiriera al Tratado de no proliferación de pruebas nucleares en espacios abiertos, hecho en 1963, y que este país bloqueara semejante locura.
Reacción soviética
Como en aquella época la Unión Soviética y EE.UU. rivalizaban en todo, para no quedar atrás los rusos decidieron que también necesitaban hacer cosas con las bombas nucleares, cosas productivas y creativas. En el curso seco del río Chagan, idearon una especie de represa, suerte de reservorio natural de agua que serviría para la temporada en que ésta faltara. Fue en 1965.
Para ello, hicieron una bomba de 140 kilotones y la explotaron allí, en el lecho ya seco del río.
Fue realmente impresionante, la explosión levantó tierra, mucha más que en Nevada, y creó un lago de 408 metros de diámetro y 100 de profundidad.
El único detalle… es que el agua estaba completamente contaminada de radiación. Por eso se le conoce con el nombre de “lago atómico”.
El primer cráter provocó que se abriera un segundo lago debido al derrumbe de sus bordes, y así entonces hay dos, uno más contaminado que otro. Como proyecto, obviamente la idea funcionó, sólo que el resultado fue nefasto. Los soviéticos hicieron un vídeo de propaganda, donde hasta un bañista, vestido apenas con un breve pantaloncillo y armado de un snorkel, nada alegremente en las aguas radiactivas del lago…
Como nota curiosa, durante la primera hora el rango de radiación de la primera explosión fue de 500R, 5 veces mayor al máximo que se reportó en Fukushima; en la segunda hora entre 20 y 30R/h, lo cual es un índice aterradoramente alto. Cualquiera que haya estado allí con toda certeza salió enfermo de cáncer.
Hoy en día
Hay quienes visitan la zona, pero si bien el nivel de radiación bajó, sigue teniendo una carga radiactiva bastante peligrosa, de alrededor de 4 microSieverts por hora, el límite máximo de radiación que Estados Unidos establece para trabajadores de la energía nuclear.
Estos tristemente célebres experimentos sirvieron para dar una luz sobre los efectos escalofriantes y siempre mortales de la radiación.
Si piensas ir de turista te recomendamos que te protejas contra la radiactividad. Y si te interesa mucho el tema, te sugerimos la lectura del artículo sobre residuos nucleares, o sobre los liquidadores de Chernóbil, la más grande tragedia radiactiva que haya ocurrido hasta la fecha.