¿Has oído en alguna ocasión el término «casa-clavo«? Hace referencia a esas construcciones antiguas enclavadas en escenarios modernos. Son casas que sus propietarios se han negado a vender a promotores urbanísticos, los mismos que han proyectado en ese mismo escenario desde centros comerciales, a autovías o espacios residenciales. Ahí donde esa casita humilde, es como un clavo oxidado en el centro de un pastel de cumpleaños.
Son propiedades sin duda fuera de lugar, pero ¿Por qué negarlo? Son como un monumento al orgullo y al desafío. A la valentía, y esto mismo es lo que les ocurrió a un anciano matrimonio residente en Zhejiang (China). Esta historia sucedió en el 2012, y aunque no tiene el final feliz que todos esperamos, vale la pena conocerla. Estamos seguros de que te va a arrancar una amable sonrisa de orgullo.
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Mi hogar, mi patria indestructible…
Nuestros protagonistas son dos ancianos campesinos: Luo Baogen y su esposa. Su vida era tranquila y plácida, con las dificultades propias de un matrimonio humilde que a base de esfuerzo y mucho trabajo, había conseguido levantar una familia y una casa preciosa de 5 pisos en la cual vivir.
Ahora bien, a principios del 2011, les informaron de que su casa debía ser derruida por que se iba a construir una autovía, y por ello, y a modo de compensación les ofrecieron unos 260.000 yuanes (unos 42.000 dólares). Esta indemnización no era nada, y con ello nunca podrían levantar una nueva casa como la que ta tenían. Y se negaron en firme. Tanto fue así, que la autovía se construyó dejando la casa de los Baogen justo en el centro… Casi a modo de rotonda.
No obstante, cabe decir a pesar de que esta noticia dio la vuelta al mundo, en China este tipo de hechos son bastante comunes. Ante el constante crecimiento y modernización del país, casi cada día los pequeños y humildes propietarios deben hacer frente a grandes empresas que ansían renovar el suelo con nuevos núcleos urbanos y mejores comunicaciones. El mundo rural está luchando frente a la imparable modernidad, y un caso sonado fue sin duda el sucedido el 23 de marzo 2007. El matrimonio Wu Ping, protagonizó todo un ejemplo de resistencia con su «casa-clavo».
La casa llegó a quedarse encaramada encima de un montón de tierra, y rodeada de excavadoras, mientras Yang Wu, alzaba una bandera en el techo de su casa con el lema: «Las propiedades privadas de los ciudadanos no deben ser violadas». Resistieron bastantes meses, hasta que al final, recibieron una buena cantidad de dinero y aceptaron el trato. Sus voces se silenciaron y todo volvió a la normalidad en el poderoso país de Oriente.
¿Y cómo terminó la historia de nuestros ancianos? El matrimonio Baogen resistió casi un año, pero a finales del 2012, llegó un ejército de excavadoras y los mismos 260.000 yuanes del primer trato. Según explicó Chen Xuecai, el jefe de la aldea de Xiayangzhang, en la provincia de Zhejiang, «Luo Baogen recibió a decenas de personas de todos los medios de comunicación del mundo casi cada día, a lo largo de casi un año. Pero al final se cansó, y cedió. Deseaban encontrar la tranquilidad y dejar atrás todo aquello».
Según explican las propias autoridades, parte de las propiedades que pueda poseer una persona en China, pertenece al propio estado, es por ello que en este tipo de disputas, se les ofrece a los residentes sólo una fracción del valor original de su casa en la compensación. De ahí las disputas, de ahí el fenómeno de las casas-clavo y estas muestras de valor incluso en personas ya mayores.
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