En anteriores artículos ya ha quedado presente, queridos lectores, lo caprichoso que era Hitler (¿os acordáis del artículo La lanza de Longinos y Hitler?). En esta ocasión hablaremos de otra pieza que Hitler quería a toda costa para su colección: el cuadro «El Arte de la pintura» de Veermer.
Veermer y su preciado cuadro
El cuadro «El Arte de la pintura» era uno de los favoritos de Vermeer. Incluso al final de sus días cuando la familia sufría de dificultades económicas no quiso venderlo.
Su esposa Catharina lo sabía, y cuando Veermer murió se lo cedió a su suegra María Thins para que nadie pudiera arrebatarles el cuadro… pero esta estrategia sirvió de poco.
La obra formó parte de la subasta de los bienes de Veermer en 1677. A partir de entonces y durante un tiempo se perdió el rastro de este cuadro hasta que 10 años más tarde lo adquirió el conde Johan Rudolf Czermin. Tras su muerte, la obra siguió en manos de sus descendientes, pero entonces llegaron los nazis.
Hitler y «El Arte de la pintura»
Hitler se mostró muy interesado por este cuadro, pero los dos millones de marcos que le pedía por su venta Hans Posse, el director de la Pinacoteca de Dresde, le parecía excesiva.
Sin embargo Philipp Reemtsma, un acaudalado hombre de negocios estaba dispuesto a llevarse el cuadro por 1,8 millones de marcos… pero el Führer dio la orden de que el cuadro no saliera de Viena. Finalmente Hitler consiguió comprar el cuadro por 1,6 millones de marcos.
Hitler pudo disfrutar bien poco del cuadro, ya que ante los bombardeos de los aliados muchas obras de Arte se llevaron a los túneles de las minas de sal de Altaussee para ser protegidos de la batalla.
Tras la guerra en 1945 el cuadro se entregó al Kunsthistorisches Museum de Viena.
El cuadro, que con tantas idas y venidas estaba en un delicado estado de conservación, no realizó su primer viaje hasta finales de los 90 cuando se exhibió en la National Gallery of Art de Washington entre 1999 y 2000. El Museo del Prado y todos sus visitantes pudieron disfrutar de él entre abril y mayo del 2003.
Como podéis ver cuando acudimos a un Museo a contemplar una obra de Arte no podemos ni imaginarnos todas las peripecias por las que ha podido pasar hasta llegar a nosotros…
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