“Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Esta frase, atribuida al político mexicano don Porfirio Díaz (1830-1915), ilustra la conflictiva relación México-Estados Unidos, marcada por agresiones y alianzas, y una mezcla de atracción y odio que parece estar entrando en una nueva fase con el presidente Donald Trump y su proyecto de construir un muro que separe ambas naciones.
Encuentros y desencuentros en una relación: México-Estados Unidos
Otra frase menos conocida, a propósito de los encuentros y desencuentros de México-Estados Unidos, fue recordada en un artículo reciente por el historiador y ensayista mexicano Enrique Krauze, y es del poeta estadounidense Walt Whitman:
“México, el único país al que le hemos hecho verdadero daño, es ahora el único que reza por nosotros y por nuestro triunfo, con oración genuina. ¿No es realmente extraño?”.
La cita del poeta es de 1864 y aludía al hecho de que el gobierno mexicano apoyara a la Unión americana en contra de los estados secesionistas del sur, y que México no se alegrara por una división que hubiera debilitado al país que entre 1846 y 1847, apenas veinte años atrás, le arrebató más de la mitad de su territorio.
Krauze, quien es miembro de la Academia Mexicana de la Historia, y director de la prestigiosa revista Letras Libres, afirma que en la relación México-Estados Unidos ha habido al menos tres desencuentros o agravios de la potencia anglosajona.
La primera fue naturalmente la guerra emprendida durante el gobierno de James Polk (1795-1849, presidente de 1845 hasta 1849, poco antes de su muerte), que tuvo carácter de invasión y con la que se anexaron Texas, California, Nevada, Utah, y partes de Arizona, Nuevo México y Wyoming (¡más de 3 millones de kilómetros cuadrados!), causó la muerte de más de 50.000 mexicanos y unos 13.000 estadounidenses. Las causas invocadas para esta guerra no tenían base y además hubo ataques innecesarios y pérdidas de vidas civiles, como el bombardeo de Veracruz.
Aun así, a pesar de este “verdadero daño”, México apoyó al gobierno estadounidense durante la cruenta guerra civil norteamericana.
La segunda intromisión de Estados Unidos en la vida mexicana fue la complicidad de los funcionarios de su gobierno en el asesinato del presidente de México en 1913, Francisco Ignacio Madero (1873-1913). El embajador de Estados Unidos en México, Henry Lane Wilson, con la anuencia de su gobierno, conspiró con militares locales de alto rango para dar un golpe de estado en el que fueron asesinados el presidente y el vicepresidente, llevando al país a uno de los períodos más violentos de su historia, diez años en los que morirían más de un millón de mexicanos.
Lo más cercano a una respuesta habría sido la incursión y el ataque a Columbus, Nuevo México, en 1916 por parte del general Pancho Villa, que provocó una nueva invasión de Estados Unidos comandada por el general John Pershing, y que Krauze considera parte de lo que habría sido el tercer agravio o desencuentro en las relaciones México-Estados Unidos, y que se habría iniciado en 1914 con la toma de Veracruz por parte de los marines; una hostilidad prolongada y una permanente amenaza de invasión hasta poco antes de la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de este clima agresivo por parte de Estados Unidos, México mantuvo relaciones con este país, rechazó en 1917 una propuesta de alianza con Alemania contra éste (el famoso incidente del telegrama Zimmemann), aunque el imperio alemán le ofreciera el retorno de los territorios perdidos en la guerra de 1846, y apoyó a Estados Unidos en la guerra del Pacífico contra los japoneses, y a los aliados en general en el boicot a la Alemania nazi.
El actual estado amistoso de las relaciones México-Estados Unidos se inició en 1994, con la firma del Tratado Trilateral de Libre Comercio (el tercer país fue Canadá), que impulsó la economía de los tres países y en el que, en palabras de Krauze, ahora:
“un millón de personas cruzan legalmente la frontera todos los días y nuestro comercio anual equivale a un millón de dólares por minuto. Los diez estados que integran la frontera de ambas naciones no sólo representan, en conjunto, la cuarta economía del mundo sino que también son un vibrante laboratorio social y cultural”.
Es esta situación la que está en peligro desde que el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidió llevar adelante las promesas hechas durante su campaña electoral, y que van más allá de la construcción del muro fronterizo.
Esperemos que esta nueva serie de encuentros y desencuentros en las relaciones México-Estados Unidos, no perjudiquen nuevamente al pueblo mexicano, ni conduzcan a un nuevo período de conflictos entre ambas naciones, ratificando la frase lapidaria y tristemente profética de Porfirio Díaz.
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