La guerra tiene muchas aristas y todas ellas son intensas. En todas suceden un sinfín de circunstancias que cuestan imaginar. Se tiende a pensar en ella como un espacio de horror, de miedo y violencia. Sin embargo, las situaciones extremas generan fenómenos excepcionales. Momentos de generosidad, de solidaridad y de fraternidad que nos recuerden el lado bueno del ser humano. Horas de felicidad, horas de risa… Esto es lo que nos quiso mostrar Alec Wainman, el fotógrafo de las sonrisas de la Guerra Civil
La Guerra Civil española atrajo a personas de todo el mundo
Aquellos años 30 del siglo XX fueron fundamentales para la historia mundial y, quizá, lo más sorprendente era que muchos sabían estaban en un época que iba a marcar un antes y un después. Europa había vivido una posguerra optimista, de cuyos desmanes ya empezaban a sufrir las consecuencias. El fascismo llegaba para quedarse en las grandes potencias, al tiempo que la revolución comunista se consolidaba en Rusia.
Por su lado, en España se estrenaba la II República. Esta se convirtió en un símbolo para una parte considerable de la vanguardia mundial. Proclamada sin levantamiento de sangre, les parecía el vehículo perfecto para crear una sociedad democrática, progresista y avanzada. Por tanto, se veía como la utopía probable o el sueño que podía hacerse realidad. Al mismo tiempo, el fascismo cobraba fuerza dentro y fuera de España.
Así, cuando estalló la Guerra Civil, personas de todo el mundo se desplazaron a España, con el objetivo de proteger no solo la democracia española, sino ese símbolo del que hablábamos. Entre ellas, estaba Alec Wainman, que pisaría suelo español en septiembre de 1936. Con tan solo 23 años, dejó Inglaterra para conducir ambulancias en la Unidad Médica Británica, compuesta por población civil.
El fotógrafo de las sonrisas de la Guerra Civil española
El británico demostró su compromiso con el bando republicano durante dos años. Permaneció en España hasta 1938. Este año contrajo hepatitis y tuvo que retirarse a su país. Pero durante todo ese tiempo, alternó su labor de conductor con la de fotógrafo de las sonrisas en la Guerra Civil.
Fotografió la llegada de la Brigada Lincoln a Barcelona, así como escenas ocurridas en el Frente del Ebro. No solo se limitó a inmortalizar la vida en el ejército, sino que también se ocupó de la gente corriente. Pero desde una perspectiva poco habitual. Si los fotoperiodistas buscaban la imagen que describiera la guerra en sí misma, él buscaba y componía escenas de alegría en las que las sonrisas estuvieran presentes.
El fotógrafo de las sonrisas de la Guerra Civil las tomó con el deseo de que vieran la luz, pero este no se satisfizo hasta el 2016. Cuando se marchó de España, escondió las fotos entre el material médico. Las ocultó hasta que Franco murió, fecha en la que quiso publicarlas. De hecho, estuvo a punto, pero la editorial terminó arruinándose antes de llegar a un acuerdo. Más tarde, en 2015, sería una ex trabajadora de la misma, quien se puso en contacto con su hijo para comunicarle que había encontrado la obra de su padre en una pequeña carpeta de cuero.
Así, el fotógrafo de las sonrisas de la Guerra Civil no pudo ver Almas vivas, el libro en el que finalmente se publicaron sus fotos. Pero su hijo cuenta con el orgullo de saber que ha podido cumplir con las expectativas de su padre. De hecho, afirma que a través del proyecto, ha conocido facetas de su padre que no habría descubierto de no haber aparecido su obra.
Imagen: Alec Wainman