Quizás es una de las figuras legales mejor conocidas por los aficionados a series de televisión y películas estadounidenses de corte policial: el Programa de Protección de Testigos del Servicio de Alguaciles de los Estados Unidos, presente desde diferentes enfoques en filmes clásicos como Goodfellas (1990, Uno de los nuestros en España y Buenos muchachos en Latinoamérica), en películas con el también casi clásico Schwarzenegger como Eraser (1996) o en comedias recientes como las de Hugh Grant y Sarah Jessica Parker, Did You Hear About the Morgan? (2009, ¿Qué fue de los Morgan?, en España), y sin embargo se trata de un procedimiento que va más allá de la ficción.
Aquí te contamos cómo funciona y te proporcionamos algunos datos curiosos.
¿Cómo funciona el Programa de Protección de Testigos? Descubre este secreto ya
El Programa de Protección de Testigos fue creado en 1970 a través de la Ley de Control del Crimen Organizado, y fue una idea del abogado del Departamento de Justicia Gerald Shur, que además lo dirigiría los siguientes 25 años. El objetivo del programa era, y sigue siendo, proteger a testigos importantes que pudieran ayudar a desmantelar corporaciones criminales y cuyo testimonio pudiera poner en peligro sus vidas y las de familiares cercanos.
Al testigo y su familia se les ofrece una vida completamente nueva con otra identidad, en otros lugares de Estados Unidos, lo que involucra cambio de nombre y de todos los papeles y documentos de los afectados, y un corte para el resto de su vida con su identidad anterior.
Desde su puesta en práctica en 1971 han participado en el programa más de 18.000 personas: 8.600 testigos y 9.900 familiares. El Programa de Protección de Testigos suele comenzar con una visita inesperada de miembros del Servicio de Alguaciles, que deben llevar a los testigos y los parientes que se acojan al programa a un albergue seguro. Una vez que el testigo declare, se le preparan papeles de identidad (seguro social, licencia de conducir, notas escolares, etc.) válidos en cualquier parte de Estados Unidos, y son reubicados en otro lugar del país, donde no puedan ser alcanzados por la corporación criminal contra la que estén testificando.
El programa financia a los protegidos durante unos seis meses, mientras éstos se adaptan a su nuevo entorno, o mientras continúen testificando y ayudando a condenar a criminales de distintas bandas.
El servicio de alguaciles se vanagloria de nunca haber perdido a un testigo que siguiera todas las reglas, pero no siempre los afectados lo han hecho, como fue el caso de un individuo que desobedeció las normas y regresó a su casa, siendo recibido por una gran explosión.
Apenas un 5% de los que participan en el Programa de Protección de Testigos pueden considerarse completamente inocentes; por lo general son criminales que han decidido cooperar por miedo a ser asesinados por sus propios compañeros, lo que no implica que se hayan arrepentido de su antigua forma de vida, o hayan decidido abandonarla. No son infrecuentes los casos de criminales protegidos que volvieron a cometer delitos con sus nuevas identidades. Quizás uno de los casos más emblemáticos sea el de Henry Hill, que se acogió al programa poco después de testificar contra la familia Luchese, de la que había formado parte.
Precisamente, la vida delictiva de Henry Hill fue llevada al cine por Martin Scorsese en la ya mencionada Goodfellas, y ésta justamente concluye cuando Hill, interpretado por Ray Liotta, se acoge al Programa de Protección de Testigos. Sin embargo, la vida delictiva de Henry –que pasó a llamarse Martin Lewis y luego Peter Haines– no concluyó allí y en la década de los 80 fue detenido por delitos que iban desde robos y asaltos hasta conducir borracho y tratar de vender cocaína a agentes de la DEA. Finalmente fue expulsado del programa, pero murió tranquilamente en su cama en 2012.
Casos como el de Henry –o Martin, o Peter– son más bien excepcionales, y en general el programa ha sido exitoso en la lucha contra las asociaciones criminales, por lo que algunos estados de Estados Unidos están implementando programas similares; aunque no se trata de una iniciativa barata: se estima que el programa le cuesta al gobierno federal unos diez millones de dólares al año. Pero quizás valga la pena, si así contribuye a combatir el crimen organizado, y a producir más y mejores filmes policiales.
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