“Mi niña toca las partituras más difíciles que tenemos… con increíble precisión y de manera excelente,” vociferaba el compositor Leopold Mozart, padre de María Anna, la hermana de Mozart: un prodigio musical silenciado por las restricciones de una época hecha para hombres.
La hermana de Mozart era tan genial cómo su hermano, ¿sabes por qué dejó la música?
María Anna, la hermana de Mozart, o Nannerl como se hacía llamar cariñosamente, nacida en 1751, recibió lecciones de música a muy temprana edad, impartidas por su padre, Leopold Mozart, que además de ser compositor, era violinista y director musical en el arzobispado de Salzburgo. A ella se le atribuían maravillosos elogios, ya que a sus ocho años era capaz de interpretar piezas musicales de gran complejidad, con una belleza digna de su prodigiosidad.
Nota a nota, su familia se regocijaba de orgullo, especialmente su pequeño hermano, Wolfgang Amadeus, menor por cuatro años. Él se sentaba a su lado en silencio para admirar las preciosas melodías que merecían ser escuchadas por el resto del mundo y recordadas con el paso del tiempo, pero no fue así. Ella fue quien despertó en su hermano, uno de los músicos más influyentes de la historia, la pasión por la música.
Mientras le fue posible, Nannerl ganó unos cuantos seguidores durante las giras que compartía con su padre y Wolfgang en el Viejo Continente. Leopold Mozart exclamaba orgulloso que, con tan solo 12 años, su hija era uno de los músicos más hábiles de toda Europa. La hermana de Mozart no solo era una destacada clavecinista, sino también una brillante compositora. Sin embargo, por su condición de mujer en una época donde los hombres eran aventajados, las presiones sociales la obligaron a abandonar la idea de ser violinista para sustituirla por la ejecución del clavecín y el canto, más aceptables para su género. Este fue sólo el preludio de un camino de desilusiones.
“Tengo el temor de no componer tan bien como tú, la canción que escribiste es hermosa»- le confesaba su afamado hermano, lo cual nos despierta aún más nuestra intriga de: ¿cómo sonaba la música de la hermana de Mozart? Es imposible saberlo cuando de su obra no quedó absolutamente nada, por el machismo de la época que trazó su destino.
Llegados los 18 años, María Anna tuvo que desistir del sueño de explotar su don musical en plenitud por ser un «desmerito» que una señorita viviera de la música, pues hubiera supuesto prácticamente lo mismo que dedicarse a la prostitución, según los viejos prejuicios. Fue así como la hermana de Mozart, no solo tuvo que olvidarse para siempre de sus aspiraciones, sino que también tuvo que sacarse del corazón a Franz Díppold, su tutor y el hombre que se ganó su corazón.
Ella se sacrificó por su familia para salvarlos de una profunda crisis económica, casándose con un hombre de alto estrato. Como ya contaba con edad suficiente para unirse en matrimonio, su padre arregló el casamiento, en 1783, con Johann Baptist von Berchtold zu Sonnenburg, un hombre quince años mayor que ella, viudo, con cinco hijos y magistrado de San Gilgen, en Austria. Así, el joven Wolfgang recibió el apoyo que los Mozart necesitaban para que se convirtiera en un músico prominente. Quizá en las primeras composiciones de este genio musical algo tenga que ver Maria Anna, quien a menudo le hacía llegar sus impecables piezas por encomienda.
Desafortunadamente, Nannerl, como seguramente tantas otras mujeres talentosas de la época, estuvo condenada a que no existiese legado alguno de sus melodías magistrales, porque debían atender un rol impuesto por la sociedad: el de madre y esposa, reprimiendo sus anhelos. De la admirable Maria Anna que lo abandonó todo por el bienestar de la familia, poco se habla por lo mismo, pero apoyándonos en el testimonio del genio musical Wolfgang Amadeus Mozart, sabemos que no hubo un solo Mozart prodigioso, sino dos.
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Imágenes: Wikipedia.