Muerte, violencia y sufrimiento, las tres palabras de las que más huye el ser humano, sin embargo las historias que las contienen marcan una huella difícil de borrar demostrándonos que cuando pensábamos que un caso de tortura era el peor que hayamos visto en la vida, otro aún más horrendo surge desde las profundidades más oscuras de un terrible historial de indignación e improbabilidad. Si estás dispuesto a descubrirlo, conoce aquí el aterrador relato de la adolescente Junko Furuta.
El peor destino cercano
Junko Furuta nace en el seno de una familia humilde y sencilla en la prefectura de Saitama, Japón en 1972, las expectativas de sus padres eran brillantes respecto al futuro de Junko, pues la chica tenía excelentes calificaciones y poseía grandes valores de los que carecen muchos adolescentes. Además, contaba con una gran cantidad de amigos entre compañeros de escuela y vecinos; a pesar de algunos de las corrientes de vicio y adicción que se desarrollaba en el confuso Japón de los años 70’s, la joven había conseguido librarse de ambientes poco sanos, lo cual era motivo de envidia y resentimiento por cierta parte de sus compañeros de escuela, que no estaban dando muy buenos pasos.
La chica era perseguida por los jóvenes debido a su belleza y sencillez. Sin embargo, la vida de Junko cambiaría por completo el funesto día en que uno de esos muchachos, de quien se rumoreaba era líder de la baja mafia japonesa “Yakuza”, se fijó en ella. El joven Miyano Hiroshi, de 18 años, acudía a la misma escuela que Junko. En una ocasión se acercó a ella para invitarla a pasar la tarde en casa de uno de sus amigos, la chica aceptó temiendo a las represalias que podría traerle la negativa ante un miembro de los yakuza.
Comienza el breve y terrible periodo de agonía
En noviembre de 1988, Hiroshi acompañado de Jo Kamisaku de 17 años, Minato Nobuharu, de 16 y Watanabe Yasushi de 17, decidieron raptar a Junko escondiéndola en casa de los padres de Nobuharu, quienes se mantuvieron sometidos sin intentar en alguna ocasión auxiliar a la chica debido a las constantes amenazas de Hiroshi, con las que aseguraba movería influencias con los demás miembros de la mafia japonesa si decidían intervenir en alguna forma.
Una vez cautiva, Miyano obligó a Junko a llamar a sus padres argumentando que se había escapado con un novio y que estaba a salvo, evitando así cualquier investigación policial.
Quizá debido a que tenían las coartadas “perfectas” o quizá porque pensaron que nadie podría detenerlos, los chicos comenzaron una serie de rituales de tortura sobre Junko digna de cualquier película de horror gore; comenzaron por desnudarla y violarla por turnos. Esta sería la dinámica diaria durante sus 44 días en cautiverio. Como parte de la humillación los jóvenes la hacían beber su propia orina, le negaron el alimento y el agua, si se daba el caso en que Junko pidiera que la alimentasen éstos cedían otorgándole cucarachas.
La tortura sexual se hizo presente, según el testimonio de los jóvenes llegaron a introducir diversos objetos punzantes en los genitales de Furuta como que no nos atrevemos ni a mencionar, hasta que lograron destrozar esta parte del cuerpo casi por completo. Se dijo también que los jóvenes invitaban a otros miembros de los Yakuza para que la forzaran, en total se contabilizaron que aproximadamente 100 hombres llegaron a abusar de ella unas 500 veces. El testimonio incluía la afirmación de que en una ocasión 12 hombres los que lo hicieron en un mismo día. Además de esta agonía, Junko tuvo que soportar palizas a diario, llegó a ser usada como saco de box cuando los jóvenes decidieron colgarla del techo por las manos y golpearla repetidamente.
Pasaban los días, el cuerpo de Furuta se deterioraba más y más empeorando su salud. No obstante la humillación no paraba, ya que mientras ejercían estos actos, Hiroshi y compañía fotografiaban y capturaban el rostro de sufrimiento de su víctima a la par de sus risas en lo que hacían parecer como una fiesta, sin querer ellos estaban documentando la evidencia que los inculparía más tarde.
Los peores momentos de suplicio se acercaban, los chicos ahora introducían aparatos de pirotecnia en distintas cavidades del cuerpo de Junko, ocasionándole serias quemaduras, así mismo cortaron el pezón izquierdo de la joven con una tenaza y le quemaron los párpados con cera caliente. La degradación de la adolescente era tan brutal que toda la rabia y descontrol de los jóvenes fue desenfrenada, como quien desata a un animal salvaje; los peores instintos violentos del ser humano una vez más cobraron una nueva víctima.
Tras severos castigos como dejarla encerrada durante horas en el refrigerador o romperle la mano a pisotones, clavar docenas de agujas en sus pechos, quemar cigarrillos en sus partes íntimas, Junko pedía piedad y clamaba que la mataran y siguieran con sus vidas.
El momento más tenso de todo el cautiverio llegó cuando los chicos retaron a Junko a una partida de Mah-Jong, de la salió victoriosa, lo cual sólo provocaría la ira de sus agresores, quienes le quemaron un ojo con una vela y vertieron sobre su cuerpo herido y desnudo un líquido inflamable que inmediatamente encenderían para enfrentarla a una tortura continua de casi 2 horas en la que la chica iba consumiéndose por el fuego, los aterradores gritos de dolor llegaron a molestar a Hiroshi y los demás haciendo que le pidieran que no exagerara.
Junko Furuta murió el 4 de enero de 1989 a causa del shock que le trajo el haber sido quemada viva, los cuatro jóvenes argumentaban que no tenían conciencia de la precaria condición en la que se encontraba la adolescente.
Más razones para indignarse…
Los cuatro asesinos al percatarse del deceso de la joven Furuta decidieron esconder su cadáver en un barril lleno de cemento cerca de Koto, en Tokio. Al ser descubierto todo el suceso, los chicos fueron arrestados y enjuiciados como adultos, sin embargo los crímenes por los que fueron inculpados fueron por secuestro y provocar heridas que causaran la muerte, omitiendo el de violación, ya que no se pudo comprobar que el semen encontrado en el cadáver perteneciera a uno de los cuatro chicos involucrados en el ilícito. Los padres de Junko ganaron una demanda en contra de los padres de Nobuharu, quienes alojaron y permitieron todo este tiempo la tortura hacia su hija, les fueron otorgados 50 millones de Yenes.
La legislación de Japón en contra de este tipo de crímenes ha sido cuestionada severamente debido a que se presume que los jóvenes realmente no pagaron por sus crímenes como deberían haberlo hecho.
Conoce otro caso abominable de los que deberíamos estar atentos para que no vuelvan a ocurrir, como es el del peor caso caníbal de la historia: El vampiro de Brooklyn.