En torno a Jesucristo existen numerosas leyendas, aparte, claro, de una de las religiones con más adeptos a nivel mundial como lo es el cristianismo. Se dice, en relatos apócrifos, que Jesús viajó a la India, a Kachemira, y allá se familiarizó con conceptos como el ascetismo o la renuncia a lo material.
Mucho menos conocida es la leyenda japonesa de Jesucristo, que afirma que también Jesús estuvo en este país asiático, ¿la habías escuchado?
La casi desconocida leyenda JAPONESA de Jesucristo y sus descendientes
Si has leído la Biblia o tienes familiaridad con la religión cristiana o católica, sabrás que hay un período de 21 años en la vida de Jesús de la que no se sabe absolutamente nada, al menos la Biblia no hace ninguna mención a estos años; habla de su nacimiento y su infancia, hasta los 12 años, cuando se perdió y fue encontrado en el templo, conversando con los doctores sobre la fe, y de allí pasa directamente a la vida pública, cuando ya tenía 33 años. Independientemente de que creas o no, es cierto que la falta de información ha dado pie para que surjan disímiles y variopintas versiones de su vida, más allá de la versión oficial proclamada por la iglesia que se ha convertido en dogma. Siendo que Jesús fue un caminante incansable, no es del todo descabellado pensar que visitó tierras lejanas llevando su “noticia”, la buena nueva.
Pero la historia que nos ocupa es sorprendente, la leyenda japonesa de Jesucristo resulta cuando menos asombrosa. Aparentemente en los años 30 del siglo XX un grupo de arqueólogos japoneses encontraron unos manuscritos muy antiguos que relataban una historia de Jesús bastante diferente a la de la Biblia; estos manuscritos son conocidos como Documentos Takenouchi, curiosamente destruidos en la Segunda Guerra Mundial.
Según esta fuente, Jesús visitó Japón cuando tenía 21 años, llegó al puerto de Amanohashidate, que es una pequeña península que se adentra en la bahía de Miyazu, y en esta localidad estudió teología y se convirtió en discípulo de un gran maestro (del que extrañamente se desconoce el nombre). También aprendió japonés y la cultura de este país. A los 33 años regresó a Judea y ocurrió lo que ya sabemos.
Pero no exactamente. Según esta leyenda japonesa de Jesucristo, él habría engañado a las autoridades romanas luego de ser condenado a la crucifixión, y de una forma bastante deplorable, sobre todo a la luz de lo que enseñaba.
Resulta que tenía un hermano, Isukiri, con el que intercambió su suerte, muriendo éste en lugar de Jesús, que huyó hacia Japón en un viaje de casi 9.700 kilómetros atravesando las heladas rutas de Siberia y Alaska, y que duraría 4 años. Esta segunda visita de Jesús lo llevaría a un remoto pueblo al norte de Japón, Shingō. Y llevó consigo una oreja de su hermano como recuerdo…
Aquí cambió su nombre, se convirtió en agricultor de arroz, se casó, tuvo 3 hijas y murió a la avanzada edad de 106 años.
Desde los años 30, en este pueblo se afirma que Jesús no sólo vivió allí sino que fue enterrado también, y de hecho hay una afluencia de curiosos y visitantes –alrededor de 20.000 al año– que acuden a ver la tumba de Cristo, o Kristo no Hakka, como se le conoce localmente. Junto a Cristo reposan los restos de Isukiri (apenas la oreja). Hay un montículo de tierra rodeada por una cerca y 2 grandes cruces de madera (aunque la cruz sólo tiene sentido si Cristo murió en ella…), hay un museo donde se vende prácticamente de todo y un festival anual llamado Festival de Cristo, en donde se aprecia un gran sincretismo religioso, y un grupo de mujeres vestidas de kimono bailan alrededor de las tumbas, cantando una especie de mantra en un idioma desconocido (dicen que recuerda al hebreo), que se repite indefinidamente. Esta ceremonia se oficia por el departamento de turismo desde 1964.
Y la cosa no acaba aquí. El lugar donde fue enterrado pertenecía al señor Sawaguchi, cuyos descendientes han tenido ojos azules y estatura más elevada que la del promedio del pueblo. Eso ha significado una cosa para aquellos habitantes: que en algún momento se mezclaron las personas de esta familia con las hijas de Cristo y en consecuencia, la familia Sawaguchi es considerada como descendiente de Cristo (aunque hoy en día se sabe que, como Jesucristo era judío, tendría los rasgos fenotípicos de esta raza; difícilmente sus ojos serían azules).
Pero, ¿cómo es posible que haya una historia semejante? Recuerda que Japón estuvo aislado del resto del mundo durante muchos siglos, y que la población cristiana de este país representa sólo el 1%. Una posible explicación de la leyenda japonesa de Cristo es que quienes están enterrados allí sean los cuerpos de misioneros del siglo XVI, que fueron a Japón a evangelizar en 1549. La lucha por evitar cualquier influencia extranjera llevó a Japón a prohibir cualquier otra práctica religiosa en 1614, los cristianos tuvieron que pasar a la clandestinidad y fueron objeto de una persecución feroz, pues los que se negaron a renunciar a su fe fueron crucificados, quemados en la hoguera, decapitados o torturados hasta morir. Así, el cristianismo sobrevivió a duras penas en comunidades aisladas, como Shingō, y tal vez explique las diferencias de las tradiciones cristianas en todo Japón.
Y como sabiamente dijo un oficial del pueblo, Masaoki Sato:
“No decimos que la historia sea verdadera o lo que está escrito en la Biblia sea equivocado. Lo que decimos es que se trata de una leyenda antigua muy interesante, y que depende de quienes vengan decidir cómo se interpreta”.
Curiosamente, si bien el cristianismo no es una religión con muchos adeptos en Japón, las bodas al estilo cristiano son muy populares, a menudo se realizan en hoteles con capillas especiales, y contratan a estudiantes extranjeros para que “interpreten” al sacerdote. Obviamente, estas bodas no tienen legitimidad desde el punto de vista cristiano pero cada vez más los jóvenes las ponen de moda.
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