Las leyendas sobre los vampiros se remontan a la antigüedad griega e incluso más allá, el temor a seres que regresan de la muerte a chuparnos la sangre parece ser uno de nuestros terrores primigenios, lo que explica parcialmente la fascinación que siente buena parte de la humanidad por figuras como el conde Drácula y por todas sus encarnaciones literarias, cinematográficas y televisivas.
Sin embargo, hasta bien entrado el siglo XIX en muchas regiones del mundo se creía firmemente en estos seres y se luchaba contra ellos, y uno de estos casos que ha podido documentarse y estudiarse ha sido el de la lucha contra los vampiros en Nueva Inglaterra, que en parte se debió a un desconocimiento de cómo se desarrollaba una enfermedad mortal característica de la época: la tuberculosis.
Un cuento de vampiros
En junio de 1892, una joven de 19 años llamada Mercy Brown, habitante de Rhode Island, falleció de una enfermedad que incluía tos, pérdida de peso y de fuerzas, y de la que aún entonces se sabía poco. Poco tiempo después su hermano enfermó y comenzó a padecer los mismos síntomas.
La conclusión no pudo ser más lógica: Mercy se había convertido en vampiro y estaba regresando de la tumba para chupar la sangre de su hermano. En consecuencia, y para evitar la muerte del muchacho, el cuerpo de Mercy fue exhumado, se le extrajo el corazón y éste fue quemado en una piedra. Algo que seguramente no evitó la muerte del hermano.
Esta familia no era la única en creer en el vampirismo como causa de muerte en la región, existen al menos doce documentos sobre casos de vampirismo entre los siglos XVIII y XIX en Nueva Inglaterra, aunque esta historia con el tiempo se vio envuelta por un aura de leyenda.
Un estudio bioarqueológico
Para despejar esta aura en la década de los noventa del siglo pasado dos investigadores, Paul S. Sledzik y Nicholas Bellantoni, revisaron documentos de la época y exhumaron y analizaron 29 cadáveres de un antiguo cementerio de Nueva Inglaterra. Los resultados de esta investigación se publicaron en 1994, en el Diario Americano de Antropología Física y el artículo lleva por título “Bioarcheological and Biocultural Evidence for the New England Vampire Folk Belief” («Evidencia bioarqueológica y biocultural para la creencia popular del vampiro de Nueva Inglaterra»).
En primer lugar, encontraron que los huesos habían sido cambiados de lugar: los cráneos estaban separados del cuello y fueron colocados entre las vértebras, y los fémures fueron removidos y colocados en forma de cruz. Las vértebras también estaban desordenadas. Por otra parte, el estudio de los restos mostró evidencia de infección pulmonar y ósea, síntomas de una tuberculosis pulmonar primaria.
La tuberculosis prosperó entre los habitantes de Nueva Inglaterra gracias a la combinación de un clima hostil y la pobreza de los pobladores, que vivían en condiciones de hacinamiento y alimentándose mal. Y aunque Robert Koch descubrió el agente que causaba esta enfermedad en 1880, es natural que estos habitantes de Rhode Island, Vermont, Massachusetts y Connecticut, creyesen que se trataba de una epidemia de vampirismo.
El conocimiento no se difundía entonces tan rápido como ahora, en cambio el miedo y la superstición siempre han tenido alas. Si te ha gustado el artículo, no puedes perderte Lampreas, los vampiros del agua, ¡no aptas para miedosos!