Cuando el gran maestro florentino trabajaba al servicio de Ludovico Sforza, recibió el encargo más desafiante de su vida. No obstante, Leonardo da Vinci, visionario y amante de los retos, lejos de echarse atrás, recibió con ansias el deseo del duque de Milán: realizar una colosal figura ecuestre en honor a Francisco I Sforza.
Si lo lograba, aquello supondría un hito personal. Puesto que nunca antes se había construido una estatua de semejantes dimensiones. ¿Lo consiguió? Descúbrelo con nosotros.
La gigantesca estatua perdida de Leonardo da Vinci
Era por todos conocido que Leonardo da Vinci solía empezar proyectos que luego acababa abandonando. Su cerebro era como una locomotora ávida por recorrer todos esos campos por el cual el hombre, aún no se había adentrado. Hemos de recordar que estábamos en una época donde la ciencia avanzaba con pies prudentes y temerosos de esa Iglesia que todo lo vigilaba y lo sancionaba. No tenemos más que recordar el secreto interés de Leonardo por las disecciones con tal de entender el funcionamiento del cuerpo humano. Tareas que debía realizar siempre a escondidas y en la oscuridad de la noche, de las que ya te hablamos una vez en Supercurioso.
Pero cuando se le presentó este encargo, la fascinación y el placer del reto se mezclaron por igual en su alma artística, en su mente curiosa. De ahí que iniciara un minucioso ejercicio por conocer la anatomía y los movimientos de los caballos. Una tarea que nos dejó como testimonio una gran cantidad de bocetos donde podemos ver sus minuciosos estudios.
No obstante, el trabajo de Leonardo no se limitaba a cumplir únicamente aquel encargo. En sus talleres habitaban varios proyectos que continuar, como era el caso de la ‘Última Cena’, conservada hoy en el convento de Santa Maria delle Grazie de Milán. Quizá por ello eran muchos los que «dudaban» del maestro florentino. Temían que de un momento a otro acabara olvidando el caballo Sforza por cualquier otra idea, cualquier otro invento o proyecto. Un ejemplo de ello fue la carta que envió el embajador de Florencia en Milán, Pietro Alamanni a Lorenzo de Medici, pidiéndole que le enviara algunos artistas florentinos especializados por si el maestro dejaba a un lado dicho trabajo.
La «efímera y maravillosa» figura ecuestre de Leonardo
«Miro su inmensa belleza sobrecogido, mayor que nada antes visto, ni siquiera en las antiguas Grecia y Roma, y ha sido creada por Leonardo da Vinci». Estas palabras pertenecen a un poeta de la corte llamado Baldassare Tacone, quién dejó testimonio de aquella maravilla artística que tanto impactó a la ciudad de Milán.
Porque lo hizo, desde luego que lo hizo. Leonardo da Vinci tardó unos diez años en dar forma y grandiosidad al caballo de Francisco I Sforza, pero el resultado fue, sencillamente, asombroso. El proceso fue largo y complejo, en mayo de 1491 había realizado ya un gigantesco molde en arcilla de la escultura y, aunque en un principio tenía como deseo esculpirlo encabritado sobre sus dos patas traseras, no tuvo más remedio que abandonar la idea por el riesgo. Por el gran tamaño y el temor a que no guardara el equilibrio. ¿Solución? El caballo debía ir al trote. Pero cuando el caballo fue presentado a Milán no estaba terminado. El pueblo y el Duque pudieron ver su escultura base hecha con arcilla, pero aún faltaba cubrirla de bronce y cumplir uno de los objetivos de Leonardo: conseguir que no se viera ni una sola junta de la escultura. Para ello el maestro necesitaba que se fundiera unas setenta toneladas de bronce.
Pero para desgracia de Leonardo y para cualquier amante del arte, aquello no se pudo llevar a cabo. Cuando el maestro aguardaba a recibir aquel bronce fundido, recibió la noticia de que había sido utilizado para fundir cañones. Luis XII de Francia reclamaba sus derechos sucesorios sobre el ducado de Milán y se disponía a atacar la ciudad. De ahí que Ludovico Sforza necesitara el bronce de Leonardo. Es más, cuando las tropas francesas llegaron a Milán, Sforza huyó a Alemania.
Leonardo no solo se quedó sin patrón y sin su bronce, sino que también se quedó sin su caballo. ¿Sabes cómo? Los militares franceses lo utilizaban como blanco para sus prácticas de tiro. Un hecho lamentable que se conserva hoy a través de testimonios de la época que lo dejaron reflejado en sus diarios, como el caballero Saba de Castiglione. Afortunadamente también contamos con muchos de los diseños, bocetos y cuadernos de Leonardo sobre su trabajo en el caballo de Sforza. A día de hoy hay muchos en la Biblioteca Nacional de España, recogidos en lo que se conoce como «Códices de Madrid».
Como curiosidad te dejamos la imagen del gran caballo de los jardines Frederik Meijer de Michigan. Es, cómo puedes imaginar, una réplica de la de Leonardo. Mide unos 7, 3 metros…