En una entrada anterior te hablamos de lo que significó para las mujeres el hecho de menstruar y cómo han sido tratadas en todas las culturas; en éste, hablaremos de cómo se las ingeniaban antes, mucho antes de la invención de las toallas sanitarias.
Obviamente no hay datos abundantes sobre qué usaban las mujeres, ya que siempre ha sido considerado un tema tabú, como en este artículo sobre la regla en Nueva Guinea, desde los tiempos prehistóricos. Y, en general, los hombres no han sido muy proclives a describir estas cosas tan propias de mujeres. Pero intentemos al menos un ejercicio mental.
¿Cómo hacían antes?
Como dijimos al principio, poco se sabe sobre este tema, lo que vuelve un poco difícil la investigación.
Sin embargo, es factible asumir que usaran almohadillas, esponjas, hierbas, pieles, telas y hasta pelo para retener la menstruación.
Antigüedad
Una de las primeras y pocas evidencias que han llegado hasta nosotros tiene que ver con Egipto, y la probabilidad de que las mujeres utilizasen papiros ablandados con hierbas, a modo de rudimentario tampón, que usaban y desechaban. Eran las de clases altas y con recursos quienes lo hacían.
Los investigadores creen que las romanas usaban algodón y lana para hacer compresas, y en general pieles de animales para el mismo fin. Pero es lógico que en cada zona utilizaran lo que tenían a la mano: en Japón usaban papel, en Indonesia fibras vegetales, en África ecuatorial rollos de hierba. Enrollaban estos materiales y los insertaban en la vagina, como dijimos, a modo de tampones.
Edad Media
En el imperio bizantino, durante el siglo VI, las mujeres nobles y ricas compraban los primeros tampones, hechos por los griegos de Crimea, de la mejor lana, peinada y enrollada de forma especial, en la que podría considerarse la primera fábrica de tampones de la historia.
Ya más avanzada la Edad Media, se usaba una camisa larga como ropa interior, desde los hombros a las pantorrillas, sin ninguna otra prenda adicional, por lo que se sospecha que cuando menstruaban lo hacían en sus vestidos.
También es verdad que probablemente las mujeres menstruaban menos, ya sea por los constantes embarazos, por desnutrición o por enfermedad, o por una combinación de las tres. A este respecto, es muy difícil determinar los niveles de pérdida de sangre que sufrían las mujeres en el pasado.
Siglo XVIII
Con la Revolución Francesa, más o menos, las mujeres empezaron a usar ropa interior que constaba de pantaloncillos que cubrían las piernas por completo bajo los vestidos, aunque tardarían aún décadas para que fueran corrientes entre la gente común.
Seguían menstruando en sus vestidos, y muchas veces no se cambiaban la camisa interior porque temían que el sangrado se bloqueara o, al contrario, hubiese más sangre.
Pero es que además había razones médicas para no usar estos pantaloncillos o cualquier otro tipo de ropa interior: en 1757, el médico alemán Christian T. Reinhard escribe:
“sus genitales necesitan aire para permitir que la humedad se evapore, para evitar que se descomponga y dé olor”.
Aunque reconoció que podían usarlos en climas fríos y como protección contra insectos.
Siglos XIX y XX
En estos siglos ocurrieron varias cosas interesantes. Por un lado, hay registros escritos por allá en el 1800 que sugieren que las mujeres utilizaban aquella camisa, la ropa interior, de color negro, y que era usada especialmente “durante el mes de la mujer”.
Pero es que también en este siglo comenzó la moda de una especie de pantalones con una abertura permanente entre las piernas, lo cual facilitó la creación de dispositivos para sostener las compresas hechas de tela.
Se diseñó también una especie de rústica copa menstrual que se conectaba a un cinturón.
Con la llegada del siglo XX las ropas empezaron a ser más ligeras, y se masificó el uso de calzones, de pierna ancha y largos pero sin la abertura entre las piernas. Hasta mediados de 1930 ésa fue la ropa interior.
Para 1914, todas las mujeres utilizaban toallas sanitarias de tela, que se lavaban y blanqueaban para volver a usarse. Si andaban de viaje lo que hacían era quemar las toallas en las chimeneas de la habitación donde se alojaran. En Inglaterra llegarían a venderse quemadores portátiles para estos menesteres.
Los cambios tan profundos no nos dejan darnos cuenta que sólo ha pasado un siglo desde aquellos apósitos lavables y reusables, y que la “condición femenina” no es ningún problema o enfermedad.
En Supercurioso está el artículo sobre el origen de las toallas sanitarias, si te interesa ahondar sobre este tema.