Ya te hablamos en un post anterior de los calamares gigantes; hoy te hablamos de un nuevo peligro, el calamar de Humboldt.
El síndrome de Godzilla
¿Conoces la trama de este clásico de la era atómica? Los ensayos nucleares en los océanos Pacífico y el Índico provocan el surgimiento de uno o varios monstruos que en su paso por la historia cinematográfica han destruido ciudades como Tokio, Nueva York, San Francisco (y no nos metamos en tramas más recientes que incluyen portales dimensionales, más monstruos y más ciudades destruidas). El síndrome de Godzilla vendría a ser el resultado indeseable y destructivo de una excesiva intervención humana en el medio natural. Por ejemplo, lo que está pasando con el calamar de Humboldt.
Esta especie (Dosidicus gigas), que puede alcanzar tamaños entre 2 y 4 metros de largo, con frecuencia es confundida en las redes sociales con el verdadero calamar gigante Architeuthis dux, de mayores dimensiones (entre 15 y 45 metros); debe su nombre a que habita principalmente las regiones del océano Pacífico influidas por la corriente de Humboldt, con grandes concentraciones de población frente a las costas de México y Perú, donde es conocido también como “pota”.
Puede alcanzar los 45 kg y come absolutamente de todo, desde camarones hasta presas de mayor tamaño que él, incluso hay registros de “canibalismo” y de ataques a mamíferos marinos. Los especialistas todavía discuten si tiene un comportamiento social y adopta estrategias para cazar en grupos, pero sí hay certezas de que puede cazar desde la superficie hasta 2.000 metros de profundidad, aunque su mejor desempeño como depredador se da entre los 12 y los 800 metros, donde el oxígeno escasea, por lo que tanto presas como otros depredadores se mueven con mayor lentitud.
Los humanos lo consumen y pescan, pero aparentemente ellos también consumen y pescan humanos.
Humanos en su tinta
En años recientes se ha podido documentar fílmicamente el comportamiento agresivo de los calamares de Humboldt, que ha obligado a los camarógrafos a utilizar mallas de acero cubriendo los trajes de buzo, y aun así han sido heridos. Pero hay reportes más preocupantes, especialmente entre los pescadores mexicanos, que llaman a este calamar “diablo rojo” y le atribuyen ataques y hasta varias desapariciones inexplicables de pescadores frente a las costas de Baja California.
Un estudioso del calamar de Humboldt, el oceanógrafo Scott Cassell, ha descrito su comportamiento agresivo peligroso:
«Me he roto el tímpano al ser arrastrado por ellos de 45 a 75 pies de profundidad (de 13 a 22 metros). Me he dislocado el brazo derecho cuando un calamar agarró mi cámara y tiró de ella. Me han tenido que poner 25 puntos de sutura por una mordedura suya en la pierna y me han golpeado en la cara más veces de las que puedo recordar porque siempre parecen ir a por la cámara cuando los miro a través de ella».
Depredadores depredados
La explosión demográfica de “diablos rojos” comenzó a detectarse en el año 2000 y se cree que está estrechamente asociada a la sobrepesca de sus depredadores naturales: tiburones, atunes y merluzas (que se los comen cuando están pequeños); y al aumento en la temperatura de los mares.
Perú y México se han convertido en los grandes explotadores de este recurso (que según la FAO en 2012 alcanzó la cifra de 950.630 toneladas) y hasta ahora su pesca intensiva no parece mermar su capacidad de expansión. Se estima que frente a las costas de California podría haber más de 10.000.000 de individuos y ha sido avistado en las costas de Alaska e incluso al otro lado del Pacífico.
En las costas de California, bañistas y buzos que no temen la presencia del tiburón blanco han manifestado un creciente temor por la presencia del calamar de Humboldt, uno de esos animales que te hace dudar de cuál es tu lado en el menú.
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