Mucha gente dijo que el diablo no permitiría que tal película se hiciera, y lo cierto es que a pesar de que posteriormente fue un éxito de taquilla y se convirtió en parte del cine clásico de terror, el número de eventos misteriosos que rodean la filmación original de «The Omen», «La profecía», son incontables.
Malos presagios
En junio de 1975, apenas dos meses antes de que comenzase la filmación, el hijo de Gregory Peck se suicidió disparándose en la cabeza.
El actor se dirigió al rodaje de Londres ese septiembre con un estado de ánimo sombrío que no mejoró cuando su avión fue alcanzado por un rayo mientras sobrevolaban el Atlántico. Unas semanas más tarde, el productor ejecutivo, Mace Neufeld, también volaba desde Los Ángeles a Londres. Y si creéis que un rayo no cae dos veces, lo hace en esta historia. La maldición de «La profecía» había comenzado.
El rodaje
El hotel en el que Neufeld y su esposa se alojaban en Londres fue bombardeado por el IRA. Lo mismo sucedió en el restaurante donde esperaban los ejecutivos y los actores, incluído Peck, para la cena del 12 de noviembre.
Un avión que fue contratatado para la filmación aérea cambió de cliente en el último minuto y se estrelló al despegar, matando a todos a bordo. También un domador de tigres que ayudó en el rodaje de «La Profecía», informando al reparto y al personal sobre los procedimientos correctos para la manipulación de los animales fue tocado por la maldición. Dos semanas después del rodaje, tuvo que ser sacado del recinto de los leones para evitar que se lo comieran vivo.
El «accidente» más raro de todos
Un hombre y una mujer viajan a gran velocidad y se dirigen a un inevitable choque frontal, a causa del cuál uno va a morir y dejando grabada una imagen inolvidable en la mente del otro.
Suena como el trailer de una película, pero se trata de una historia muy real. El lugar es Holanda, el año 1976, en fecha de 13 de agosto. Un supersticioso viernes 13. El hombre es el diseñador de la película John Richardson. La mujer es Liz Moore, su asistente. En unos instantes ella muere, partida a la mitad como en un caja de magia, cuando trozos de la rueda delantera del coche pasan a través del chasis y vuelan hasta el asiento del pasajero. Richardson sobreviviría para contarlo.
Junto a la carretera holandesa, una señal, Ommen, 66,6 kilometros.
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