En el siglo XIX y principios del XX era muy común la exhibición en circos y espectáculos de personas que eran diferentes físicamente. En Supercurioso os hemos hablado de los casos de Saartjie Baartman, la mujer que exhibieron por sus grandes glúteos o el de Francisco Lentini, el hombre con tres piernas y dos genitales. Las hermanas Sutherland se convirtieron en carnaza de espectáculo por sus increíbles cabelleras. Su historia, sin embargo, tiene un triste final.
Las auténticas Rapunzel: las 7 hermanas Sutherland
Las hermanas Sutherland nacieron en el condado de Niágara en Nueva York entre 1845 y 1865. Eran siete chicas, Sarah, Victoria, Isabella, Gracia, Naomi, Dora, y Mary y un chico, Charles. Su infancia transcurrió en una granja de pavos, propiedad de la familia, en la más absoluta pobreza. Su padre era un predicador famoso por su indolencia y pereza y la familia carecía de lo más básico. La madre, que murió joven, tenía la manía de que sus hijas tuvieran unas melenas fuertes y exuberantes. Para conseguir esto les untaba la cabeza con un ungüento tan apestoso que las niñas no entraban en la escuela por las burlas de sus compañeros.
Cuando fueron algo mayores el padre, que las hacía cantar y tocar instrumentos en la iglesia, se percató de que las cabelleras de sus siete hijas eran impresionantes y llamaban poderosamente la atención. Vio una manera fácil de conseguir dinero y empezaron a actuar por todo el condado con notable éxito. Las melenas, en conjunto, medían cerca de 11’5 metros. La más corta era de 1’5 metros y la más larga, la de Victoria, 2’10 metros. En 1880 debutaron en Broadway. A partir de ese momento su ascensión fue imparable. Hicieron una larga gira por el sur de Estados Unidos y los fans no las dejaban ni caminar por las calles. El padre, el reverendo Fletcher Sutherland, firmó en 1884 un contrato con el famoso circo Barnum & Bailey y fueron exhibidas como un espectáculo de feria. La diferencia con otros casos es que su show era considerado de buen gusto y atraía a las familias de clase media. Las chicas cantaban canciones de iglesia y populares.
En un momento histórico en el que las enfermedades y la malnutrición eran muy frecuentes, las melenas de las chicas indicaban buena salud y vigor. Esto impulsó a la familia a crear una linea de crecepelos y cosméticos para el cabello, que unidos al espectáculo, les hicieron ganar una verdadera fortuna. También se hicieron colecciones de postales y fotos y llegaron a ofrecerse cantidades astronómicas de dinero por un mechón de su cabello. Muerto el padre, las chicas tomaron las riendas del negocio y entre otras cosas se construyeron una impresionante mansión donde antes estuviera la granja de pavos.
De puertas afuera su comportamiento era intachable, pero la realidad es que las drogas, las peleas entre ellas y las orgías eran frecuentes en la mansión. Estuvieron implicadas en varios escándalos con políticos del momento y derrocharon su fortuna de una forma escandalosa, sólo tres de ellas se casaron lo que es extraño para la época. Se comentaba que querían mantener las riendas de su dinero. Pasaros los años y fueron muriendo a la vez que el negocio decaía irremediablemente. En todo el mundo arrasaba la moda del pelo a lo «garçon» y sus cabelleras ya no impresionaban a nadie. Las últimas hermanas, María y Gracia, murieron en la más absoluta indigencia. Gracias a sus melenas vivieron como principescas rapunzeles, pero no supieron gestionar el éxito y la fortuna.
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