A día de hoy, son muy pocos los misterios que nos quedan por resolver del Titanic. Se han escrito libros, realizado películas, disponemos de testimonios, cartas, objetos recuperados de las profundidades e incluso, interesantes documentales que nos llevan a ese escenario hundido entre el silencio y el limo, que nos deja intuir la grandeza de ese monstruo del océano, ahora dormido, sumergido en un sueño de tristeza eterna.
En Supercurioso te hemos hablado en numerosas ocasiones sobre el Titanic, pero ¿qué te parece si hoy ahondamos en un tema no tan tratado? ¿Te has preguntado alguna vez cuántos perros iban a bordo? Hablemos en esta ocasión de esos viajeros de cuatro patas que, sin lugar a dudas, merecen también nuestro respeto y nuestro recuerdo.
Los tres supervivientes caninos del Titanic
Los héroes caninos que sobrevivieron a la tragedia de 1912 fueron tres. Viajaban un total de 12 perros de diversas razas, pero la providencia, o mejor dicho, el espacio reservado a ellos se limitaba a lo pequeños que fueran y al modo en que pudieran acomodarse en las faldas de sus dueños. De ahí, que únicamente pudieran salvarse tres fieles mascotas. ¿Te gustaría conocer sus nombres?
- Sun Yat Sen, era un pekinés que pertenecía a un rico empresario inglés. El animal logró salvarse porque su dueña, la señora Myra Harper, logró alcanzar un bote en compañía de su marido y de su perro, del que se negó a separarse en todo momento. Los tres se salvaron.
- Lady es nuestra segunda protagonista. Una pequeña pomerania que viajaba con su dueña Margaret Hays. ¿Quieres saber cómo logró salvar a su mascota? Escondiéndola entre sus ropas, nadie le llamó la atención por llevar un peso excesivo cuando entró en el bote, y, de ese modo, ambas llegaron en perfecto estad hasta Nueva York.
- El tercer pequeño héroe era también otro pomerania del que desconocemos su nombre. Pertenecía a la señora Elizabeth Barrett Rothschild.
¿Y qué fue de los otros 9 perros? El agua, y las bajas temperaturas se llevarían sus vidas, al igual que las del resto de fallecidos en el desastre. Cabe decir que todos estos canes eran propiedad de los viajeros de primera clase. Muchos de ellos eran campeones de belleza y, además, eran cuidados con suma delicadeza por parte de la tripulación del Titanic. Se sabe que los paseaban cada día por cubierta, y que a pesar de que no estar permitido que los animales estuvieran en los camarotes en compañía de sus dueños, más de una dama así lo hacía.
Se sabe también que estaban preparando para el 15 de abril una especie de pequeña exposición canina para distracción del pasaje, también para que los dueños de los perros pudieran lucir a sus animales, preciosos ejemplares de chow chow, de spaniels, pequineses, terriers… etc. No obstante ese día nunca llegó, el desastre cogió a la mayoría de estos perros encerrados en sus jaulas en el camarote habilitado para ellos, de ahí que por ejemplo, se sepa que John Jacob Astor, un distinguido caballero, acudiera de inmediato a salvar a su animal cuando se inició la tragedia, llegando a soltar a todos los perros.
No obstante, no valió de nada. Lo más probable es que se salvaran aquellos que estaban junto a sus dueñas desde el inicio, esos ejemplares además más menudos y que apenas llamaban la atención cuando las damas subían a los botes. De hecho, una de las historias más tristes es la de Anne Isham, quien pidió que se subiera a uno de los botes a su Gran Danés. Se lo negaron dado su tamaño. ¿Y qué hizo ella? Se negó también a subir. No iba a dejar a su perro.
Y así lo hizo. Lamentablemente, cuatro días después, el buque Bremen avisó de que había encontrado el cuerpo de una dama vestida con traje de noche aferrada a su perro. Ambos sin vida, ahogados. Dos tragedias más de tantas que acontecieron aquella oscura y fría noche que escribe por sí sola, uno de los acontecimientos más intensos de nuestra historia.