Brujas, vampiros, hombres lobo, duendes…cualquier cosa servía en épocas pretéritas para explicar todas aquellas desgracias que a nuestros antepasados les resultaban incomprensibles. No solo fueron personas aparentemente incultas las que creyeron en esos seres, sino que teólogos, predicadores y sacerdotes contribuyeron a tejer sus leyendas. Durante mucho tiempo en una pequeña localidad de Polonia vivieron atemorizados por la leyenda de Brodka, la hermosa bruja polaca que se convirtió en «vampira», y no en una vampira normal…, en una «masticadora».
La leyenda de Brodka, la bruja polaca
En 1751 un teólogo francés llamado Dom Agustín Calmet escribió un libro sobre los vampiros y los aparecidos. En su obra hablaba de un tipo de vampiro especial: los masticadores. Calmet creía que a estos vampiros les entraba un hambre extraña que hacía que devoraran las telas de sus mortajas. No fue el primero en hablar de estos seres. La leyenda de Brodka se tejió en el siglo XIV.
Hajek de Libotschan recogió en su Crónica de Bohemia el caso de una vampira masticadora relatado por el abate Neplach Opatowitz en el año 1370. La historia que se convirtió en leyenda dice así:
En 1345 vivía en Lewin un alfarero casado con una mujer que tenía fama de bruja llamada Brodka. Un día Brodka apareció muerta en su casa, asesinada de manera brutal. Los aldeanos y el marido creyeron que la mujer había invocado a algún tipo de espíritu maligno y estos la habían matado. Como no querían enterrarla en tierra sagrada la sepultaron en una encrucijada de caminos.
El terror se apoderó de los pueblerinos cuando algunos pastores afirmaron haberla visto en el campo tomando la forma de diversos animales y dando caza a sus rebaños. En otras ocasiones se mostraba con la misma forma que tenía en vida y se aparecía en su pueblo y en los circundantes, llegando a hablar con los vecinos y causando una gran mortandad cada vez que lo hacía. Éstos, aterrorizados, decidieron exhumar su cuerpo para ver si realmente faltaba de su tumba. Cuando llegaron hasta el cuerpo vieron horrorizados que había devorado la mitad del velo que le cubría la cabeza. Lo sacaron de su garganta completamente manchado de sangre.
Los aldeanos actuaron con la supuesta bruja como si se tratase de un vampiro. Le clavaron una estaca de roble y dice la leyenda que a pesar del tiempo transcurrido desde su muerte, de la herida brotó sangre fresca. Volvieron a enterrarla pensando que tras su acción el problema quedaba solucionado. Pero al parecer no fue así. Volvió a aparecerse y a causar aún más muertes. El informe de Neplach Opatowitz narra que la inhumaron de nuevo y encontraron que se había arrancado la estaca con sus propias manos. Consultaron a las autoridades y decidieron volver a clavarle la estaca y quemarla. Así lo hicieron y dice la leyenda que en el lugar en que ardió el cuerpo de la mujer, durante unos días se registraron varios torbellinos.
La explicación a este fenómeno de los vampiros masticadores está en los gases que produce el cuerpo tras el fallecimiento y en la costumbre de cubrir el rostro del difunto con un velo. Si la boca queda abierta, los gases producen un efecto de vacío y la mortaja se introduce hacia la garganta. Estos cuerpos que se descubrían así, especialmente durante las epidemias de peste, contribuyeron en gran medida a extender el mito de los vampiros, que durante siglos aterrorizó Europa, especialmente en las zonas próximas al Rhin. Los cadáveres realmente parecían haber devorado sus mortajas y la imaginación de la gente fabricó el resto.
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