Hablar con la gente, por lo general, te agota. Ello no quiere decir que rehuyas de quedar con tus amigos, ni aún menos las fiestas. Te gustan las buenas conversaciones ante un café con las personas que aprecias pero, eso sí, durante un tiempo prudencial.
Hay momentos, en que casi sin saber cómo, percibes que has desconectado por completo de un diálogo, y que quien está ante ti sigue hablando y hablando, mientras tú, te encuentras a años luz. Al final, no tienes más remedio que despedirte de forma apresurada con una excusa para recuperar tu soledad, tu espacio de paz.
Dejas escapar un suspiro de alivio mientras te dices una vez más, que hablar con la gente te agota, que te quedas sin fuerzas… ¿A qué puede deberse esta sensación?
Comentarte en primer lugar que esta características es algo habitual en millones y millones de personas. Se llama, cómo no, introversión.
Me AGOTA hablar con la gente. ¿Te pasa a menudo? Descubre a qué puede deberse
Estamos seguros de que también tú tienes el clásico amigo que es capaz de hablar durante horas sin darse cuenta de que por tu parte, no has pronunciado ni un monosílabo. ¿Cómo lo hacen, cómo pueden estar hablando tanto tiempo sin agotarse?
Son personalidades extrovertidas, y lo creas o no, sus cerebros funcionan de forma diferente al tuyo. La introversión y la extroversión genera una tipo bioquímica algo distinta y de ahí, que nuestro umbral de atención y comunicación «social» varíe bastante.
Estudios como los publicados en la Universidad de Cornell o libros tan interesantes como «Genética y aprendizaje» nos indican, a modo de resumen, lo siguiente:
- Los expertos nos hablan de una «barra de energía» muy curiosa que todos tenemos en nuestro interior. Mientras lo extrovertidos la llenan a través de la interacción social intensa y continua, los introvertidos obtienen su energía personal a través de sus instantes de soledad.
- Ahora bien, pero… ¿Qué es realmente esa barra de energía? Podemos verlo como nuestro nivel de bienestar y equilibrio interior, ahí donde encontrarnos agusto con nosotros mismos. En el caso de los extrovertidos, su «energía» depende de la dopamina, un neurotransmisor relacionado, sobretodo, con la motivación o la euforia.
- Cuando se encuentran en escenarios de interacción social, su dopamina se eleva y «llenan» su barra de energía.
- En el caso de los introvertidos, sucede todo lo contrario. El tener que hablar y escuchar durante muchas horas, o someterse a lugares con gente, bullicio y sonido, «les roba» su nivel de energía, es decir, su actividad cerebral se satura y sobreexcita hasta el punto de sufrir un elevado cansancio mental.
- Para evitar su pérdida de energía mental, es decir de equilibrio y bienestar, la gente introvertida no tiene otra opción más que «intercalar» su sociabilidad con instantes de soledad. El simple hecho de controlar en qué instantes desea hablar y en cuáles no, es la mejor estrategia que se puede seguir, porque de lo contrario, el nivel de estrés puede saturarnos.
Vivimos en una sociedad que parece estar creada casi en exclusiva para la extroversión. Además, se mantienen falsos mitos que es necesario desterrar:
- Ser introvertido NO es ser antisocial.
- Ser introvertido no es ser TÍMIDO.
- Ser introvertido NO es sinónimo de carecer de habilidades sociales.
- Los introvertidos NO odian hablar con la gente. Tiene un umbral más bajo en cuando a sus instantes de sociabilidad, pero por lo general, disfrutan de sus instantes de ocio con otras personas.
Entender que el cerebro de un extrovertido y un introvertido tienen sutiles diferencias nos hace sin duda entender muchas cosas, y no por ello se es mejor o peor. El éxito no se relaciona de forma directa con un carácter abierto y dado siempre a la interacción. Personas como Bill Gates o Mark Zuckerberg, por ejemplo, se definen como introvertidos.
Así que ahora dinos ¿Te ocurre a ti lo mismo? Si te ha gustado este artículo descubre también: