Estamos acostumbrados a oír la expresión «víctimas colaterales» o «daños colaterales» cuando ocurre un suceso luctuoso. Con ella nos referimos al daño secundario o indirecto que se produce en una acción y que no es intencionado, sino que se produce como consecuencia indirecta del principal. La noticias muestran cada día muchas víctimas colaterales de guerras, imprudencias, etc., pero hay un colectivo que queda tan sumido en la vergüenza y el oprobio, sin merecerlo, que nadie lo tiene en cuenta como «daño colateral». Son los hijos de los asesinos en serie. Uno de ellos es Melissa Moore, que ha escrito un libro en el que explica su experiencia: «Shattered Silence: The Untold Story of a Serial Killer’s Daughter»
Melissa Moore. Historia de la hija de un asesino en serie
Keith Hunter Jesperson es conocido popularmente como «el asesino de la carita sonriente«. Entre 1990 y 1995 asesinó por lo menos a 8 mujeres a lo largo de los EE.UU., mientras conducía por todo el país un camión de transporte de mercancías. El sobrenombre viene de las cartas anónimas que escribía a los medios de comunicación y a la policía detallando sus crímenes y que firmaba con una «carita feliz».
En 1995, después de asesinar a una antigua novia y ver que el cerco se iba estrechando y que posiblemente iban a detenerlo y acusarlo, decidió entregarse y confesar sus crímenes. Se declaró autor de 160 asesinatos, pero únicamente 8 de ellos pudieron ser probados. Actualmente cumple varias condenas a cadena perpetua por los asesinatos.
Jesperson, fue un niño violento que se crió entre el desprecio de su propia familia sumida en el alcoholismo. Sin embargo, acabó sus estudios de secundaria, se hizo camionero y se casó. El matrimonio tuvo tres hijos y se divorció en 1990; cuando lo detuvieron su hija mayor, Melissa, tenía 15 años. Interrogada sobre su padre, explicó que ella era consciente de que había algo extraño y oscuro en él, especialmente tras un episodio en el que lo vio colgar en un tendedero a unos gatitos, fue a avisar a su madre y cuando regresó los encontró muertos en el suelo. Los había estrangulado.
Tras la separación, Jesperson no tenía inconveniente en incomodar a Melissa explicando con detalle su vida sexual y sus conquistas. Pero a pesar de ello, jamás pensó que pudiera ser un asesino.
Cuando su padre fue detenido tuvo que enfrentarse a una situación para la que no estaba preparada y sobre la que tampoco existía ningún manual acerca de «cómo enfrentarla»; de la noche a la mañana se había convertido en la hija de un asesino en serie.
Su madre intentó protegerla aislándola de la prensa y las noticias, pero ella quería saber qué ocurría y acudía a la biblioteca a leer los artículos sobre las investigaciones y el juicio. Sin embargo, llegó un momento en el que dejó de hacerlo y en su mente creó un recuerdo del padre camionero de su infancia y se autoconvenció de que estaba en un largo viaje, para poder sobrevivir al hecho de que su padre era un asesino en serie.
La gente de su entorno, horrorizada, la rehuía como si el peligro que había representado el padre tuviera algo que ver con ella. Empezó a sentir culpa y vergüenza. Se sentía sola, aislada del mundo y le parecía que de alguna manera tenía que pagar por lo que había hecho su padre. Al hacerse mayor ocultaba a sus nuevos amigos quien era su progenitor hasta que había confianza y no dejaba de preguntarse si al compartir el ADN, ella sería capaz de cometer esas atrocidades.
A Melissa Moore le parecía que su vida nunca sería normal, que siempre sería una espectadora alejada de todo, hasta que conoció al que sería su marido y con el que ha tenido dos hijos. Su afán es ahora ayudar a otros hijos y familiares de asesinos en serie a superar el trauma que representa esta situación y encontrar respuestas para cerrar esa profunda herida. Ha escrito un libro en el que cuenta su experiencia «Shattered Silence: The Untold Story of a Serial Killer’s Daughter» ([easyazon_link identifier=»1599552388″ locale=»ES» tag=»supercurioso07-21″]que puedes encontrar en Amazon[/easyazon_link]) y en 2016 presentó un programa de televisión titulado «Un Monstruo en mi familia» en el que se sumergía en las historias de las personas a las que llama «víctimas colaterales» de los asesinos en serie.
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