Seguro que recuerdas por haberlo visto en películas o leído en libros que los indios norteamericanos cortaban las cabelleras de sus víctimas. Esta costumbre no era originaria de los pueblos nativos, sino que la importaron los franceses al territorio. Pagaban a sus mercenarios por cada cabellera de indio que entregaban. En el Japón de hace 400 años se seguía una práctica similar, pero lo que cortaban a sus enemigos era la nariz. Mimizuka, el monumento japonés que contiene 38.000 narices cercenadas.
Mimizuka, el monumento que contiene 38.000 narices
Mimizuka en japonés significa «montículo de la oreja» y es una alteración del nombre original del monumento que Hanazuka «montículo de la nariz». En algún momento se cambió el nombre ya que se consideró que Mimizuka era menos impactante que Hanazuka, que denotaba una mayor crueldad. El Mimizuka es un monumento que puede verse en Kioto y que contiene las narices cortadas de aproximadamente 38.000 coreanos, tanto civiles como militares. Éstas fueron arrancadas de los muertos durante las invasiones que sufrió Corea por Japón a finales del siglo XVI.
Los samurais o guerreros japoneses tenían por costumbre cortar las cabezas de sus enemigos para obtener su salario ya que cobraban según su eficacia y ésta se medía por los enemigos muertos. Las cabezas eran enviadas a algunos centros en Japón donde eran contabilizadas y abonado el importe al samurai. Durante las invasiones de Corea, en los barcos no había espacio suficiente para transportar las cabezas y se decidió que con la nariz del enemigo había suficiente para probar su muerte. Los apéndices nasales fueron embalsamados en una especie de salmuera y transportados a Japón para su recuento.
Se calcula que en total fueron más de 200.000 las narices las que se cortaron. Como era prácticamente imposible distinguir si la nariz era de un soldado o de un civil -hombre o mujer- los militares cercenaron el apéndice nasal a casi todas las víctimas de la contienda.
El Mimizuka está situado en un santuario, en el terrenos del templo Hokoji, cerca de Kioto. El porqué se hizo este monumento en un monasterio sintoísta no está claro, aunque los historiadores suponen que fue para honrar a las víctimas y conseguir que sus almas descansaran en paz. Los sacerdotes budistas rezaban por ellos y esto era considerado por la sociedad japonesa del momento como un acto de gran misericordia.
La población actual del Japón desconoce en general la existencia de este monumento y de otros similares a lo largo de su geografía, pero los coreanos no lo han olvidado y es uno de los pilares del odio coreano-japonés. En 1983 se encontró una de esas tumbas cerca de Osaka que contenía unas 20.000 narices. Estos restos fueron devueltos a Corea en 1992 que procedió a su cremación. Los restos del Mimizuka, por el contrario, no han sido nunca devueltos a pesar de que varias organizaciones lo han intentado. En Corea la población está dividida al respecto ya que unos creen que han de permanecer en Japón como un recordatorio perpetuo de su barbarie y otros que han pasado más de 400 años y ya es hora de que vuelvan a casa.
¿Qué opinas? ¿Concías la existencia del Mimizuka? Si quieres saber más sobre guerreros japoneses, te invitamos a leer: Byakkotai, los samurais adolescentes suicidados por honor.