Quizá has soñado alguna vez que caías de una gran altura y has despertado sobresaltado recordando la sensación de vacío bajo tu cuerpo unida a la velocidad y a la angustia ante algo irremediable. Si has tenido esa pesadilla, podrás imaginar aunque sea remotamente como debe ser la angustia de caer desde miles de metros de altura. Acompáñanos a conocer la historia de Nicholas Alkemade, el sargento de aviación que sobrevivió a una caída de 6000 m.
No es la primera vez que en Supercurioso nos acercamos a una historia de supervivencia ante una caída semejante. Si quieres conocer otros dos casos que pueden también tildarse de «auténticos milagros» te invitamos a averiguar lo que les ocurrió a Vesna Vulovic la azafata que sobrevivió a una caída de… ¿10.000 metros? y a Joan Murray que sobrevivió a una caída de 4000 metros.
La historia de Nicholas Alkemade
Tras la Primera Guerra Mundial, las potencias se emplearon a fondo en mejorar su aviación y diseñaron aviones mucho más avanzados tecnológicamente, mucho más ligeros y con la resistencia aerodinámica mejorada. Tanto la Luftwaffe alemana como la Royal Air Force (RAF) británica apoyaron a sus ejércitos con sus bombas desde el inicio de la guerra en 1939.
Nicholas Alkemade era un joven sargento británico de 21 años, nacido en North Walsham, Norfolk, que la noche del 23 al 24 de marzo de 1944 viajaba a bordo de un bombardero Avro Lancaster llamado «Werewolf» en el que su función era la de artillero de cola. Volviendo de bombardear Berlín junto a otros 300 bombarderos de la Royal Air Force, cuando estaban sobrevolando la zona del Ruhr de regreso a su base, fueron atacados por cazas Junkers Ju 88 de la Luftwaffe. El avión de Alkemade resultó dañado por el fuego enemigo de tal manera que se incendió y se descontroló. El avión se precipitaba hacia tierra y el piloto ordenó a sus hombres saltar en paracaídas. Alkemande, que estaba en la torreta, no llevaba puesto el artilugio ya que no había espacio material para ello y cuando abrió para cogerlo, ya que estaba en un compartimiento del fuselaje trasero, vio que todo estaba ardiendo. Nicholas decidió que lo mejor era saltar al vacío desde su torreta y esperar que así su muerte fuera más rápida y menos dolorosa que perecer quemado vivo en el aparato. Cayó hacia atrás en el silencio de la noche solo roto por el rugido de los aviones.
Mientras caía y pensaba en el poco tiempo que le quedaba de vida y en que no volvería a su casa, se desmayó. Cayó sobre las ramas de unos abetos y posteriormente sobre un manto de nieve de 46 cm. Ambos factores amortiguaron su caída por lo que, cuando recuperó el conocimiento, únicamente tenía dañado el tobillo por una torcedura, algunos cortes y magulladuras y quemaduras en las manos y cara. A pesar de haber sobrevivido prácticamente ileso a la caída de casi 6.000 metros, corría el peligro de morir congelado en la nieve, por lo que decidió tocar su silbato para ser rescatado ya que, además, sus botas habían saltado de sus pies durante la caída. Los alemanes que lo encontraron, creyeron que sufría un shock traumático al oír su historia y se lo llevaron para interrogarlo a un campo de prisioneros cerca de Franckfurt llamado Dulag Luft. Allí, la Gestapo resolvió que se trataba de un espía, ya que no llevaba ningún paracaídas y les parecía imposible que hubiera sobrevivido a la caída que explicaba.
Nicholas Alkemade hubiera sido fusilado si no llega a ser por la intervención de un joven piloto alemán, teniente de la Lutwafe, llamado Hans Feidal que encontró los restos del avión. En él se hallaron los cuerpos del piloto Jack Newman y de otros tres sargentos que formaban parte de la tripulación del Lancaster. Allí estaban también el mango metálico y el cable del paracaídas quemado de Nicholas Alkemade en el compartimiento del fuselaje. Tras esta comprobación y pensando que nadie creería su historia, los alemanes le escribieron en una página en blanco del interior de una Biblia un certificado en el que se confirmaba la increíble historia. El certificado empezaba así: «Dulag Luft. Las autoridades alemanas han investigado y comprobado que las declaraciones del sargento Alkemade, 1.431.537 de la RAF, son ciertas…». El informe fue también corroborado por varios oficiales de la RAF.
Nicholas Alkemade se convirtió en un prisionero famoso hasta que fue liberado en el mes de mayo de 1945. Murió en 1987 por causas naturales. Sin embargo, los accidentes y la fortuna de sobrevivir a ellos parece haber sido una constante en la vida de Alkemade. Finalizada la guerra, trabajó en una planta química en la que sufrió otros tres sucesos que podrían haber sido mortales. El primero fue la caída de una viga sobre él, el segundo una descarga eléctrica de la cual podría haber fallecido y que lo envió a un tanque de cloro donde permaneció durante más de una hora.
Realmente, Nicholas Alkemade fue un hombre con suerte, ¿o no? ¿Habías oído hablar de su caída desde 6.000 metros? ¿Conoces otros casos parecidos? ¡Compártelo con nosotros! Si quieres conocer otras historias asombrosas y curiosas relacionadas con la aviación durante la Segunda Guerra Mundial, te invitamos a leer los artículos: El piloto que volaba sin piernas en la Segunda Guerra Mundial o Winkie, la paloma que salvó a la tripulación de un avión en la Segunda Guerra Mundial.