La infancia es la época de la vida que transcurre entre el nacimiento y la adolescencia. Es una época de desarrollo. Durante siglos el niño se consideró un adulto en miniatura, a partir del siglo XVII y especialmente en la era victoriana, fue cuando se empezó a pensar en la infancia como una época de inocencia, aprendizaje y maduración. Durante esa época en Gran Bretaña empezaron a dictarse las primeras leyes de protección de la infancia, sin embargo muchas de ellas tardaron años en aplicarse. Por ello ser niño en la era victoriana no era algo fácil si nacías en una clase social desfavorecida, a diferencia de los que lo hacían en una familia con medios económicos.
Ser niño en la era victoriana
Los niños ricos tuvieron vidas muchísimo más fáciles que los pobres. A pesar de eso, su existencia era muy diferente de la de los niños actuales. Sus vidas eran aburridas, sometidas a unas estrictas normas sociales y en general carentes del afecto y contacto con sus padres. Solían ser educados por niñeras que marcaban una rutina de la que no se podía escapar. A sus progenitores los veían tan solo un momento cada día y no debían molestar bajo ningún concepto. Su felicidad dependía muchas veces del talante de la niñera que les hubiera tocado en suerte. Eso sí, tenían juguetes, alimentos y, especialmente los varones, tenían acceso a una buena educación. El propio Winston Churchill, que fue niño en la era victoriana, dijo en una ocasión que «podía contar las veces que había sido abrazo por su madre cuando era niño».
Los niños de familias trabajadoras tuvieron vidas muy duras. En muchas ocasiones empezaban a trabajar a los 4 o 5 años, ya que eran considerados por sus padres una fuente de ingresos para la familia. Éstas eran muy numerosas ya que no existían métodos anticonceptivos eficaces. La mortandad era altísima por las pésimas condiciones de salubridad tanto en sus empleos como en sus hogares, en los que frecuentemente vivían hacinados y sin poder acceder a ningún tipo de higiene.
Los trabajos que realizaron con mayor frecuencia fueron los de barrendero, deshollinador, cazador de ratas, carterista, minero, trabajador en fábricas -especialmente las textiles-, confección de ropa y sombreros, en la agricultura o en el servicio doméstico y para más desgracia, también en la prostitución. Nadie les preguntaba su parecer y eran contratados como mano de obra barata. Las jornadas duraban normalmente 12 horas en condiciones terribles y sin ningún tipo de seguridad, pero en según que trabajos podían durar más. La mortandad era muy alta ya que muchas veces eran contratados por su pequeño tamaño para introducirse en lugares peligrosos en los que no cabía un adulto.
Muchos niños huían de sus familias que los descuidaban por culpa del alcoholismo de los padres y vivían en la calle, donde eran frecuentemente víctimas de bandas que los dedicaban al robo o la prostitución. En caso de quedar huérfano, su suerte no era mucho mejor, pues solían ser alquilados por las instituciones para trabajar como «aprendices» con deshollinadores, en fábricas o en la minería.
Sin embargo, una parte de la sociedad victoriana fue tomando conciencia de las penosas condiciones en las que vivían estos niños y empezaron a promover leyes para su protección. En 1841 salió la «Ley de Minas» que prohibió el trabajo en ellas a los menores de 10 años. En 1868 otra ley protegió a los niños «trabajadores agrícolas» prohibiendo que trabajaran en los campos los menores de 8 años y en 1874 fue ilegal emplear en una fábrica a los menores de 10 años. A pesar de todas estas iniciativas muchos niños menores de estas edades continuaron trabajando hasta entrado el siglo XX.
Un último dato de la poca consideración en que se tenía a la infancia en esa época es que en Gran Bretaña la «Asociación para la prevención de la crueldad con los animales» se creó en el año 1824 y hasta 1891 no se creó la «Sociedad para la prevención de la Crueldad contra los niños».
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