En Supercurioso te hablamos una vez de canibalismo de supervivencia, una de las experiencias más terribles para el ser humano y que generalmente se produce tras un accidente. Hemos estado investigando algunos de estos funestos sucesos y hemos descubierto 5 de las peores formas de morir que existen, sin contar necesariamente con la intervención de otro ser humano (participación que las haría todavía más terribles).

Algunas de las peores formas de morir que existen

1. Morir devorado por animales

A la mayoría nos encantan los animales: son criaturas maravillosas e impresionantes, que cuidar y respetar y con las que se puede tener una conexión realmente especial. No obstante, sabemos que muchos de ellos son carnívoros y unos cazadores letales y, a veces, nosotros somos sus presas.

La mayoría de grandes felinos como tigres, leones, etc. matan casi en el acto a su víctima, mordiendo a través de su hueso temporal. Directos al cerebro para terminar cuanto antes con la agonía. Sin embargo, hay otros depredadores que no hacen gala de tanta «compasión». Por ejemplo, las hienas cuando se encuentran ante una presa de tamaño humano lo que hacen es atacarla hasta dejarla tendida en el suelo y no esperar a nada más para empezar a devorar. ¡Preferiríamos no cruzárnoslas!

HIENA

En el caso de las serpientes constrictoras, la muerte que pueden procurarte tampoco es nada agradable. Aunque normalmente es por asfixia mientras te constriñen con su cuerpo, también puede ser que, aunque te rompan los huesos no mueras, y empiecen a tragarte estando consciente. ¡Terrible!

2. Morir de hambre

Si cuando tenemos algo de hambre nuestras tripas ya se empeñan en rugir, no queremos ni imaginar cómo debe ser morir de hambre. Esta es una realidad que por desgracia sigue sucediendo hoy en día y que conviene conocer para aumentar nuestra empatía y comprender la magnitud de un tipo de fallecimiento que está ocurriendo.

hambre morir

¿Cómo reacciona el cuerpo ante la falta de comida? Ahora entenderás por qué es una de las peores formas de morir. Nuestro organismo puede sobrevivir hasta 60 días (aproximadamente) sin comer. Tras una semana sin alimentarnos, se empiezan a manifestar síntomas muy graves y se van gastando las reservas energéticas del cuerpo. Lo que primero se daña es el hígado, que genera unas toxinas que pueden ser realmente perjudiciales si se producen en grandes cantidades, como es el caso. Tras un mes, se pierde el 18% de nuestro peso original. El cuerpo se va consumiendo, los músculos y órganos se atrofian al no poder encontrar energía. Una muerte absolutamente desgarradora.

3. Morir de vergüenza, ¿en serio? Sí

Lo cierto es que sí es posible morir de vergüenza. Puede ocurrir que la ansiedad y el estrés provocados por la vergüenza hagan que produzcas tal cantidad de adrenalina que termine matándote, al desencadenar una reacción cardíaca que puede desembocar en la muerte.

vergüenza

Esto no sólo puede suceder cuando tenemos vergüenza, sino también cuando estamos muy estimulados sexualmente o aterrorizados.

4. Caer en un volcán activo

Puede que pienses que si caes en un volcán, morirás al instante, pero la realidad es que no tiene porqué. La lava es mucho más densa de lo que parece, así que al caer sobre ella no serías tragado inmediatamente por ese torrente de fuego, sino que chocarías contra ella y tu cuerpo empezaría a arder, se combustionaría. Es decir, de hecho morirías quemado vivo.

volcán

No obstante, cabe destacar que en algunas ocasiones esto no tiene porque ser así, ya que se han hecho pruebas lanzando una bolsa de material orgánico de 30 kilos a un volcán, que demuestran que a veces sí es tragada por el volcán al momento, pero no siempre ni mucho menos.

5. Morir congelado

La hipotermia no suena tan impresionante como morir en un volcán, pero es casi tan terrible.

El cuerpo suele estar a una temperatura que oscila entre los 35º y los 37º, cuando esta se encuentra por debajo de los 35º empezamos a temblar. ¿Por qué? Porque nuestros músculos buscan generar calor. Con el frío extremo, este calor no llega a nuestro cuerpo y los músculos se ponen muy rígidos, perdemos coordinación y el control de nuestras habilidades motoras. Además, tampoco podemos pensar con claridad, ya que nuestro cerebro está sufriendo.

congelado

Cada vez hace más frío, pero de repente dejamos de temblar. ¿Cómo? Mala señal. El cuerpo ya no está luchando por generar calor, no puede más y permite que la temperatura se venga abajo definitivamente. Los órganos empiezan a ralentizarse más y más y más, hasta que te desmayas (por suerte). No obstante, cabe destacar que aunque pierdas el conocimiento antes de llegar al punto crítico se trata de una de las muertes más desagradables que existen.

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