La evolución es el cambio en los carácteres fenotípicos (tanto físicos como conductuales) y genéticos a través de generaciones. La evolución humana se ha desarrollado a través de miles de años y los científicos estudian qué cosas sí y qué no forman parte de la evolución. En Supercurioso os hablamos de la polémica que existe en torno al esfenoides en el artículo: ¿Es el esfenoides una huella ósea de nuestra evolución?. En esta ocasión os traemos una interesante expresión que seguro has pronunciado alguna vez: ¿Sueles decir «qué mono»? Tiene que ver con la evolución humana
Decir «qué mono» y la evolución humana
Cuando los seres humanos se convierten en padres, repentinamente dejan de hacer muchas de las cosas que parecían llenar su vida hasta entonces y dedican casi todo su tiempo a algo que es tan absorbente y exigente como un bebé. Los bebés lloran, se ensucian, vomitan, hay que cambiarlos continuamente, alimentarlos…y, sin embargo, la mayoría se sienten felices. ¿Qué ha ocurrido? Los bebés son monísimos y los humanos nos sentimos protectores de nuestros niños, sin poder evitarlo. ¡Queremos cuidarlos!
Lo que nos ocurre es que nos invade la ternura. No la sentimos hacia peces, pájaros o lagartos, pero sí hacia los cachorritos, los gatitos o los bebés panda. Los encontramos «monísimos» y esto hace que sintamos ternura hacia ellos y nos lleva a protegerlos y cuidarlos.
La «lindeza» es la manera que tiene la evolución para conseguir que el ser humano se entregue al cuidado de su descendencia, según los investigadores. Los retoños humanos son absolutamente dependientes durante muchos años y si los adultos no se sintieran conmovidos por lo «monísimos» que son los bebés, no renunciarían a sus vidas por cuidarlos durante tanto tiempo.
Ya en 1949, el zoólogo Konrad Loranz explicó que las caras típicas de los bebés convierten a los adultos en «máquinas de cuidarlos». Los rasgos característicos son la cabeza desproporcionadamente grande respecto al cuerpo, la nariz pequeña y los ojos enormes. Estos rasgos los extrapolamos a otros géneros y sentimos también ternura e instinto de protección por los cachorros de muchos animales.
La ternura es biológica, lo que nos hace decir «qué mono» forma parte de la evolución humana y así lo han entendido muchas empresas comerciales que utilizan dibujos con rasgos de bebés para que sus productos tengan más éxito. ¿Recordáis el camaleón de Rapunzel? Cabeza grande, nariz pequeña, ojos enormes…¡qué mono! Comparadlo con un camaleón normal y seguramente no diréis lo mismo.
Los japoneses son expertos en utilizar estas características en sus productos audiovisuales. Desde «Hello Kitty», que tiene todas las características para despertar ternura, hasta nuestros días, son innumerables los ejemplos.
El trabajo al que nos impulsa la evolución al ritmo del «qué mono» va finalizando a medida que el bebé se hace mayor y pierde esa «lindeza» que despierta nuestra ternura. La cabeza se proporciona con el cuerpo, la nariz crece y los ojos en la cara ya no parecen tan grandes, pero no importa, el trabajo de la evolución ha quedado finalizado. Cuando esto ocurre tenemos un niño que ya es independiente en muchos aspectos.
¿Habías pensado en este aspecto de la evolución? ¿Te conmueven los bebés y los cachorros? ¿Sueles decir «qué mono»?
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