Como en Supercurioso nos gusta tanto indagar en los misterios del cuerpo y de la menta humana, os traemos un tema algo polémico; nada más y nada menos que un dilema científico con el que hasta ahora al parecer no hay consenso: el hueso craneal llamado esfenoides.

El hueso esfenoides

Primero hay que ubicar dónde está. Está situado en la parte media de la base craneal y forma parte de la estructura interna profunda de la cara, las fosas nasales y del cráneo. En el esfenoides se encuentra la silla turca, una hendidura ósea donde se aloja la hipófisis.

hueso esfenoides

Consta de un cuerpo (de forma cúbica) que ocupa su parte central, y donde se encuentran los dos senos esfenoidales, ambos recubiertos de mucosa y separados por un tabique.

Las alas menores surgen de la parte anterior superior de cada lateral del cuerpo, de forma casi horizontal; ambas forman la parte posterior de la fosa craneal anterior, incluyendo la región de las órbitas y el canal óptico.

Las alas mayores se originan en la unión de dos láminas óseas, externa e interna, del esfenoides, se articulan con los huesos palatinos y el vómer.

Hasta aquí su descripción.

Los que dicen que sí

Existe una hipótesis que plantea que la posición del esfenoides ha sido determinante en las transformaciones de nuestra capacidad craneana, lo que a su vez ha significado avances en las capacidades cognitivas e intelectuales.

Hace 60 millones de años, los prosimios tenían el esfenoides horizontal y plano, tal como lo presentan los demás animales con cerebro. La hipótesis establece 5 momentos de cambio, 5 etapas en las que el cerebro se ha modificado para ser lo que actualmente somos: humanos.

Estas etapas son:

  • Hace 40 millones de años, el esfenoides de los simios tuvo una primera inclinación hacia abajo, lo que permitió aumento de la capacidad encefálica. Quizá la visión estereoscópica se perfeccionó, y apareció la memoria visual.
  • Hacia los 12 millones de años hubo otra inclinación del hueso, lo que en la línea evolutiva dio origen a los antropoides (y significó un cerebro más grande).
  • Hace 6 millones de años, otra inclinación se produjo en el Australopithecus, que incrementó de nuevo la capacidad craneana.
  • Hace 2 millones de años, otra inclinación coincidió con el bipedismo (caminar sobre dos pies, el homo erectus). Esta condición necesita un cerebro grande con redes neuronales complejas para poder mantener una posición contraria a la gravedad. Además, los partidarios de la hipótesis sugieren que esta nueva posición esfenoidal podría haber permitido un habla rudimentaria, de chasquidos y tonos guturales.
  • La última, ocurrida entre 200.000 y 160.000 años atrás, el esfenoides cambió a la posición que se encuentra en el homo sapiens sapiens, y coincidió con otro aumento de la capacidad craneal (sobre todo los lóbulos frontales) y una mayor irrigación sanguínea para el cerebro.

Los que dicen que no

Por otro lado están los que consideran esta hipótesis poco menos que imposible.

En primera instancia, aducen que no hay pruebas científicas que avalen tal suposición. En tal sentido, la universidad de Witwatersrand, de Johannesburgo, Sudáfrica, inició un estudio comparativo entre primates no homínidos y humanos modernos basándose en cráneos originales, tomografías computarizadas de homínidos fósiles y radiografías laterales de 99 humanos.

Se midió el ángulo de la base craneal, el ángulo de cifosis facial y el de orientación del eje orbital. El tamaño del cerebro se calculó a partir de las medidas del volumen neurocraneal y de la longitud basicraneal.

Los resultados revelaron, en cuanto a la comparación, que todos los homínidos presentan más flexionada la base del cráneo que otros primates, y que tanto el homo sapiens arcaico, el homo erectus y el Australopithecus africanus no tienen una diferencia significativa con el homo sapiens en lo que se refiere al grado de flexión basicraneal, aunque sí la hay, y grande, en lo que respecta al tamaño de sus cerebros.

evolución

Según esto, el homo sapiens arcaico y los otros antes mencionados, tienen la misma flexión basicraneal que nosotros, lo que demostraría que el esfenoides no es ninguna huella ósea de la evolución.

¿Conclusiones?

La evolución del ser humano es un hecho. Sin embargo, tal vez nos falten datos para elaborar una historia con la que todos quedemos satisfechos. ¿Qué opinas tú?

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