¿Cuántas veces habrás escuchado a personas comentar que le han operado de apéndice o habéis oído a los médicos decir que esta parte de nuestro cuerpo no sirve para nada, y que si se retira es mucho mejor? En cambio, la naturaleza es sabia y si el apéndice se encuentra en nuestro cuerpo, será para algo ¿no? En Supercurioso te lo explicamos.
Un «saco» de bacterias
El apéndice es una especie de bolsa viscosa que se ubica entre los dos intestinos, el delgado y el grueso. Durante siglos se le ha tenido en cuenta como un elemento que no ha tenido utilidad, una parte que no sirve para nada y que sólo es objeto de inflamación.
En la actualidad, los científicos afirman que el apéndice es mucho más que una parte de nuestro cuerpo sin utilidad. Por ejemplo, para los médicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke, el apéndice trabajaba como un depósito de bacterias que el cuerpo necesita para que el sistema gastrointestinal sea saludable.
Según estas afirmaciones, el apéndice realiza la función de almacén vital donde las bacterias probióticas pueden quedarse hasta que sean requeridas para volver a llenar los intestinos después de algún virus en el que la diarrea se presente. Algunas investigaciones llevadas a cabo en este campo también han concluido que el apéndice puede crear, dirigir y preparar las células blancas de la sangre y que la bacteria probiótica de los intestinos siempre se ve amenazada por el uso de medicamentos y alimentos que pueden resultar dañinos como el azúcar.
Sin embargo, otros investigadores han manifestado que, aunque la utilidad de nuestro apéndice para nosotros sea beneficiosa, la mayor parte de la población que lleva un ritmo de vida ajetreado, no necesitan el apéndice, ya que la bacteria probiótica de los intestinos puede poblarse fácilmente sin este “saquito”. En el mundo moderno, la función del apéndice no sería tan importante porque las infecciones se pueden gestionar con anterioridad al deterioro que pueden causar en nuestra fauna interior.
¿Y tú que opinas? ¿Tienes apéndice o no? Si te ha gustado saber sobre este dilema, puede que quieras echar un vistazo a «Los curiosos hongos fálicos«.